INTRODUCCIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN.
Aunque la
presencia española en el norte de África se remonta a finales del siglo XV con
la conquista de Melilla en 1497 por parte de los Reyes Católicos, la realidad
es que, desde aquella fecha tan lejana, la presencia militar, la atención de
las autoridades y el interés de la sociedad hacia esta zona habían estado
llenos de altibajos, si exceptuamos la primera guerra de Marruecos (1859-1860)
durante el reinado de Isabel II, una guerra que, por cierto, contó con gran
apoyo social, al contrario que la que vamos a analizar.
Sin
embargo, el desastre de 1898, que supuso la pérdida de las últimas colonias y del
prestigio de España a nivel internacional, así como otras cuestiones que ahora
analizaremos, producirían que a principios del siglo XX España volviera su
mirada y su atención hacia Marruecos.
Es en
estos momentos, a principios del siglo XX, cuando se lleva a cabo el reparto de
África entre distintos países colonizadores europeos. En el caso de Marruecos, Francia
comenzaba a realizar una penetración pacífica y, para evitar las suspicacias de
Gran Bretaña, propuso a España en 1902 el reparto de Marruecos, en el que a
España le correspondía la mayor parte norte marroquí, que España no aceptó. En
1904 se firma, con el respaldo de Gran Bretaña, el Tratado franco-español en el
que Francia es mucho menos generosa con España. Más tarde, en la Conferencia de
Algeciras en 1906, se reparte el territorio en dos zonas de influencia, una
española y otra francesa. Finalmente, en 1912 se establece un Protectorado
franco-español en el que a España le corresponden escasamente 21.000 kilómetros
cuadrados, a ambos lados del Estrecho y un flanco sur por encima de la línea de
Fez, de un total de 340.000.
LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE
MARRUECOS.
La
política colonial española respecto a Marruecos tenía la intención principal de
recuperar el prestigio internacional perdido tras el desastre de 1898 y durante
los primeros años se consiguió mantener la paz y un gasto militar reducido.
Sin
embargo, las cosas cambiarían tras el desastre del Barranco del Lobo (1909),
que inauguraría la segunda guerra de Marruecos (1909-1927), y que obligaría a
España a incrementar drásticamente el presupuesto militar, lo que unido a las
muertes de soldados españoles haría que la acción militar en Marruecos
resultase cada vez más impopular entre la sociedad y desestabilizadora para la
política peninsular, cuya situación se volvió especialmente crítica tras los
disturbios políticos y sociales que tuvieron lugar a partir de 1917.
En este
sentido, la guerra de Marruecos tendría grandes consecuencias para España,
tanto a nivel interior como exterior, y en los acontecimientos históricos
posteriores:
Una de
las consecuencias sería la pérdida de popularidad de Alfonso XIII, gran
defensor de la colonización marroquí y cuyo papel en el desastre de Annual
(1921) deterioró enormemente su imagen ante la sociedad y en los debates
parlamentarios.
El
problema de Marruecos también contribuyó a deteriorar la relación entre los
partidos y, como consecuencia, la inestabilidad del régimen, debido a la
crispación que creaba su debate parlamentario, especialmente a partir del
desastre de Annual.
Las
diferencias en el ejército, dividido en dos corrientes, los junteros, que
defendían la escala cerrada, y los africanistas, que defendían el ascenso por
méritos, incrementaron cuando el gobierno de Canalejas aprobó en 1911 el
ascenso por méritos y la derrota de Annual no hizo sino aumentar las
diferencias entre ambos grupos.
Las
consecuencias de la guerra también fueron nefastas para la economía. Tras el
final de la primera guerra mundial, que había dado un respiro a la economía,
quedó patente que la colonización marroquí absorbía cada vez más recursos, unos
recursos muy escasos, por lo que el único beneficio era mantener cierto
prestigio internacional.
Desde el
desastre de 1898 la opinión pública era totalmente contraria a las aventuras
coloniales, por lo que la Semana Trágica (1909) y el desastre de Annual (1921)
hicieron que Marruecos se convirtiese en detonante de otras reivindicaciones
políticas y sociales.
En
relación con la repercusión internacional del conflicto, la dubitativa,
desorientada y, muchas veces, equivocada política colonial española, desembocó
en la opinión generalizada en el resto de países europeos de que España ya no
era la potencia que fue.
CONCLUSIÓN Y REFLEXIÓN.
La guerra
de Marruecos deterioró la imagen del monarca, aumentó las diferencias en el
ejército y las desavenencias entre los partidos políticos, complicó aún más la
situación económica y social del país, perjudicó la imagen de España en el
exterior y, sobre todo, contribuyó a aumentar la distancia entre el régimen de
la Restauración y la sociedad. Todo ello contribuiría a un clima
regeneracionista que no se concretó, pero que sería causa directa del golpe de
Primo de Rivera (1923) y, aunque más lejana, de la sublevación de julio de 1936
que dio lugar a la guerra civil española (1936-1939).
Bibliografía
Caballero Domínguez, Margarita. «La
cuestión marroquí y su corolario de Annual como causa y consecuencia de la
crisis del sistema restauracionista.» 219-242. Universidad Valladolid, 1997.
La Porte, Pablo. «Marruecos y la
crisis de la Restauración 1917-1923.» Ayer, 2006: nº 63.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario