INTRODUCCIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN.
Tras el
tempestuoso “sexenio revolucionario” (1868-1874) y el estrepitoso fracaso de la
Primera República, se produce la restauración de la monarquía en España en la
persona de Alfonso XII. Una restauración liderada por el político, historiador y
escritor Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) que da comienzo a un periodo
de relativa estabilidad política e institucional, sobre todo comparada con el
tumultuoso periodo anterior, con un sistema de gobierno auspiciado por el
propio Cánovas del Castillo que se conoce como sistema “canovista” o de la
Restauración (1875-1923).
Cánovas
del Castillo estaba seguro de la existencia de una esencia de la nación española
y que esa constitución “histórica” que existía de facto debía ser reflejada en
una constitución escrita. Para poner en marcha el nuevo sistema, Cánovas tuvo
la habilidad de dotar a España de un nuevo rey, Alfonso XII, que no había
participado en movimientos políticos de ningún tipo; de un nuevo marco
jurídico, que sería la Constitución de 1876; y de un nuevo sistema de gobierno,
el bipartidismo, asentado en dos grandes partidos, el conservador de Cánovas y
el liberal de Sagasta.
Sin
embargo, a pesar de conseguir una estabilidad política e institucional y
mantener cierto orden, el sistema “canovista” no fue capaz de integrar a las
fuerzas políticas emergentes: el socialismo, el anarquismo y el regionalismo, y
dejó fuera del nuevo sistema de gobierno a los carlistas, los republicanos y
los movimientos obreros.
Además, el
sistema “canovista” tampoco pudo acabar con varios problemas que ya comenzaban
a convertirse en endémicos, como la decadencia internacional de España, la
reforma agraria, el movimiento obrero, el caciquismo o el fraude electoral, problemas
que llegaron a convertirse en característicos de esta etapa.
Uno de
los mayores críticos con este sistema fue Joaquín Costa y Martínez (1846-1911),
un político, historiador y escritor, y principal teórico del regeneracionismo,
movimiento que luchó contra el caciquismo característico del sistema político
de la Restauración. Sus críticas hacia el régimen oligárquico de la
Restauración, al que culpaba del atraso nacional, expresaban la frustración de
las clases medias españolas ante la pobreza del país y su incapacidad para
dotarse de un sistema político moderno.
En 1901 publica
“Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y
modo de cambiarla”, una obra en la que critica la forma de gobierno y el sistema
del “turnismo” que, apoyado en la oligarquía y en el caciquismo, se venía
poniendo en práctica desde el comienzo de la Restauración para acceder al
gobierno.
RESUMEN DEL EPÍGRAFE “NO HAY
PARLAMENTO NI PARTIDOS; HAY SÓLO OLIGARQUÍAS: VENTAJAS DE CONSIDERARLO ASÍ”.
En este
epígrafe Joaquín Costa reflexiona sobre la inexistencia de parlamento y partidos.
Los partidos ya no son lo que eran, habiendo sido sustituidos por oligarquías.
Para Costa, los partidos “no son sino
facciones, banderías o parcialidades de carácter marcadamente personal,
caricaturas de partidos formadas mecánicamente”. Los partidos, según Costa,
han quedado reducidos a “meras
agrupaciones inorgánicas, sin espíritu, sin programa, sin eso que les daba
semblante de cosa moderna y europea”.
Costa
recurre a Aristóteles que decía que la oligarquía es la desviación o
degeneración del gobierno de la Aristocracia y que no tiene otro fin que el
interés personal de la minoría gobernante para identificarlo con el sistema de
gobierno de España.
Por lo
tanto, la forma de gobierno de España no es la misma que la de Europa y en este
asunto España también tiene un gran atraso, como en ciencia, en cultura, en
industria…
Concluye Costa
que la forma de gobierno de España “no es
un régimen parlamentario viciado por corruptelas y abusos, sino que en realidad
se trata de un régimen oligárquico servido por instituciones aparentemente
parlamentarias”. El régimen parlamentario no es la regla y su excepción los
vicios y las corruptelas, sino al contrario.
RESUMEN DEL EPÍGRAFE “ELEMENTOS
COMPONENTES DE NUESTRO RÉGIMEN OLIGÁRQUICO: NO FORMAN UNA CLASE DIRECTORA”.
En este
epígrafe Joaquín Costa reflexiona sobre los elementos que conforman el régimen
oligárquico instaurado en España durante la Restauración. Estos componentes son
los oligarcas, que son los notables de cada bando y que suelen residir en el
centro; los caciques, que están diseminados por todo el territorio español; y el
gobernador civil, que sirve de órgano de comunicación y de instrumento a los
oligarcas y a los caciques.
Según
Costa, los oligarcas y los caciques, que se encuentran distribuidos en los partidos,
constituyen la clase gobernante, pero en realidad no lo son, ya que esta clase
directora se encuentra por debajo de los partidos, cuando debería estar por
encima. La clase directora no gobierna para la nación, sino para sí misma y ni
siquiera participa de los deberes que ella misma impone al resto de la nación.
En este sentido, Costa pone el ejemplo de la guerra de Cuba, a la que solamente
fueron los hijos de las familias de las clases populares, a las que, por
cierto, la clase directora no les permite votar.
Además,
Costa se queja de que las clases gobernantes son las que “falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición,
riqueza, autoridad y poder”, estando más preocupadas de su propio interés y
beneficio que en los de la nación.
CONCLUSIÓN Y REFLEXIÓN.
El
periodo de la Restauración fue una etapa de cierta estabilidad institucional y
política que se produjo tras el tumultuoso sexenio revolucionario.
Sin
embargo, el sistema político instaurado en la Restauración, el sistema “canovista”,
estaba viciado desde sus raíces, por lo que esta cierta estabilidad institucional
y política, que se mantuvo durante cuarenta y ocho años, fue, en realidad, más
ficticia que real. Cánovas del Castillo ideó un sistema político que logró la
estabilidad a costa de dejar fuera del gobierno a los carlistas, los republicanos,
los movimientos obreros y los movimientos nacionalistas. El sistema “canovista”,
que estaba basado en la Monarquía, en las Cortes y en la Constitución de 1876,
fue en realidad un sistema fraudulento y corrupto que se convirtió en el
gobierno de una oligarquía que ponía sus intereses por delante de los de la
nación. Una oligarquía que contaba con la colaboración de los caciques en los
ámbitos locales y con los gobernadores civiles en las provincias.
La
crítica de Costa en los epígrafes anteriores está dirigida a la inexistencia de
parlamento y de partidos, que en realidad estaban dirigidos por la oligarquía,
y a la clase gobernante, formada por los oligarcas, los caciques y los
gobernadores civiles.
En
relación con la inexistencia de partidos y, por lo tanto, de partidos, Costa
denuncia que los partidos han sido sustituidos por las oligarquías y, por lo
tanto, han adquirido un carácter personal. Los partidos ya no tienen un
programa que cumplir, sino que se deben únicamente a los intereses de la
oligarquía. Por lo tanto, en realidad tampoco existe un parlamento, sino que
los intereses de la oligarquía han suplantado las políticas que debería ejercer
el parlamento. Todo esto redunda en el atraso de España con respecto a otros
países europeos que tienen un sistema de gobierno más moderno.
En
relación con los elementos que componen el régimen oligárquico (oligarcas,
caciques y gobernadores civiles), Costa denuncia que estos elementos
participan, con la connivencia del monarca, del fraude electoral. El turnismo
consiste en la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos burgueses,
que se conseguía mediante presiones al electorado o, directamente, cambiando
los resultados si estos no eran los esperados.
Aunque el
régimen de la Restauración consiguió una cierta estabilidad institucional y
política muy prolongada, el fraude que se cometía por parte de las clases más
poderosas, desplazando del gobierno a gran parte de la población mediante el
turnismo, fue minando un sistema que nació como excepción y se convirtió en la
regla.
Bibliografía
Costa y Martínez, Joaquín. «Oligarquía y caciquismo
como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla.» 4-7.
Ubeda: Asoc. Cultural Ubetense, 2012.
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