martes, 22 de marzo de 2016

LOCKE, DEL CONOCIMIENTO Y DE LOS SENTIDOS

INTRODUCCIÓN:

El concepto del conocimiento, del conocimiento que se deduce de los sentidos es fundamental en la filosofía de Locke, porque a partir de esta idea cimenta todo su pensamiento filosófico. Para Locke, empirista por excelencia, el conocimiento de los sentidos es la única forma de llegar al verdadero conocimiento de la realidad: “La noción que a través de los sentidos adquirimos de las cosas exteriores, aunque no sea tan cierta como nuestro conocimiento intuitivo, merece el nombre de conocimiento”. Locke llega incluso a poner como límite del conocimiento del ser humano su experiencia sensorial: “Ningún conocimiento humano puede ir más allá de su experiencia”. Nada hay fuera del conocimiento de los sentidos, de la experiencia.



Antes de comenzar esta exposición es relevante señalar que John Locke (1632-1704), es  uno de los máximos representantes del empirismo inglés, que destacó especialmente por sus estudios de filosofía política. Este hombre polifacético estudió en la Universidad de Oxford, en donde se doctoró en 1658. Estudió en el Christ Church College de Oxford donde recibió una formación escolástica e inició la carrera eclesiástica que abandonaría más tarde. Las lecturas de Descartes y de Bacon le sacarán de esta cosmovisión, inculcándole la necesidad de sistematizar una nueva filosofía. Finalmente, completó sus estudios en Medicina, Química, Física y Ciencias Naturales. Será acusado de alta traición por promover rebeliones contra el poder real y terminará siendo destituido de todos los cargos que tenía en la Universidad de Oxford. Obligado a vivir en clandestinidad, durante su estancia en Holanda, publicará su famosa Carta sobre la tolerancia (1685) en la que defenderá la distinción y separación real entre el poder civil y el eclesiástico, propugnando la libertad de conciencia. Locke no regresará a Inglaterra hasta 1688,  el año de la Glorious Revolution. Precisamente el filósofo inglés se convertirá  en el máximo defensor teórico del nuevo modelo de gobierno gracias a sus Dos tratados sobre el gobierno civil, en los que pretende  asegurar la inviolabilidad de los derechos individuales. Son estos los últimos años del filósofo en los que encontrarnos las obras más importantes de su pensamiento: Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), donde examina el origen, la certeza y los límites del conocimiento humano; dos tratados sobre el gobierno civil (1690), exposición de las principales líneas del constitucionalismo liberal; Carta sobre la tolerancia (1685), separación entre Estado e Iglesia y la libertad de las conciencias; Pensamientos sobre la educación (1693) y La razonabilidad del cristianismo (1695).

EL PUNTO DE PARTIDA: LAS IDEAS NO ESTÁN EN NOSOTROS.

Locke critica el racionalismo de Descartes y, en primer lugar, lo hará porque para él, al contrario que para los racionalistas, no existen las ideas innatas, es decir, hace una crítica del innatismo y por este camino llegará a la conclusión de que las ideas no se encuentran en nuestra mente, no existen en nosotros, sino que existen fuera de nosotros, que las aprendemos y las conocemos mediante los sentidos y las experiencias que vamos acumulando durante nuestra vida.
La teoría del conocimiento de Locke está recogida en su obra cumbre el Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), que está dividida en cuatro libros:
Libro I. De las nociones innatas: establece una crítica importante al innatismo.
Libro II. De las ideas: estudia el origen de las ideas, las clasifica en simples y compuestas, y fundamenta el principio gnoseológico del empirismo.
Libro III. De las palabras: relaciones entre lenguaje e ideas.
Libro IV. Del conocimiento: clasificación de los grados de conocimiento.
Locke inicia por tanto su pensamiento haciendo una crítica del innatismo: “La forma en que nosotros adquirimos cualquier conocimiento es suficiente para probar que éste no es innato” (Locke, 1690, pag.21).
A continuación, Locke se pregunta sobre el origen de las ideas. Los empiristas coincidían con los racionalistas en que el objeto del conocimiento no son las cosas, sino las ideas que tenemos de ellas, sin embargo se diferenciaban en que para los racionalistas el origen de las ideas está en nuestra mente, es decir, las ideas son innatas (innatismo), mientras que para los empiristas, el origen de las ideas está en las propias cosas, es decir, las ideas son conocidas mediante los sentidos (sensismo): “El asentimiento que se otorga a las supuestas verdades innatas, no depende de su innatismo. Un niño no sabe que tres más cuatro son igual a siete hasta que puede contar hasta siete y posee el nombre y la idea de igualdad, y sólo entonces, cuando se les explican esas palabras, admite aquella proposición o, mejor dicho, percibe su verdad”  (Locke, 1690, pag.29).
Por lo tanto, si las ideas no son innatas, los principios tampoco lo son: “Los principios no podrían ser innatos a menos que también lo fueran sus ideas. Si los que se empeñan en persuadirnos de que hay principios innatos no los hubieran tomado en conjunto, sino que hubiesen considerado por separado las partes de que están compuestas esas proposiciones, tal vez no habrían creído tan a la ligera que tales nociones son realmente innatas”  (Locke, 1690, pag.60).
Para conocer cuál es el origen de las ideas y refutar el innatismo de las ideas que defendían los racionalistas (representacionismo), Locke acude a dos principios básicos de la metafísica:
1. El principio de identidad: lo que es, es: “Cuando vemos una cosa en un lugar determinado, durante un instante de tiempo, tenemos la certeza, sea la cosa que fuere, de que es la misma cosa que vemos, y no otra, que al mismo tiempo exista en otro lugar” (Locke, 1690, pag.311).
2. El principio de no contradicción: es imposible para la misma cosa ser y no ser. “Que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar en el espacio, es una verdad que nadie podrá objetar, lo mismo que el principio de que es imposible que una misma cosa sea y no sea a la vez, que lo blanco no es negro, que un cuadrado no es un círculo, que lo amargo no es dulce”  (Locke, 1690, pag.31).

LA SOLUCIÓN: LAS IDEAS ESTÁN EN LAS COSAS.

Locke distingue dos fuentes con las que la experiencia abastece de ideas al entendimiento humano:
Las sensaciones externas que son aquellas ideas que proceden de los datos suministrados por los sentidos (colores, sabores, olores, sonidos, formas, etc.).
Las sensaciones internas que son las percepciones de las operaciones de nuestra mente, dentro de nosotros y aplicadas a las ideas que alcanza por los sentidos (pensar, desear, razonar, etc.). Estas sensaciones internas o reflexiones proporcionan a la mente su material de trabajo: es decir, las ideas. Locke denominará a estas ideas: ideas simples.
La mente es totalmente pasiva en la recepción de todas las ideas simples si bien, a partir de ellas, es capaz de elaborar un nuevo material, las ideas complejas, que surgen de la combinación, unión y separación de las distintas ideas simples.
Las ideas complejas, según Locke, se pueden dividir en:
Sustancia: Es una idea compleja que se compone de una serie de cualidades o ideas simples.
Modos: Son ideas compuestas producto de las combinaciones de las mismas ideas simples y, por consiguiente, no subsisten por sí mismas.
Relaciones: Se trata de ideas que no tienen realidad extra-mental y que surgen como consecuencia de la comparación entre ellas.
Locke distingue las ideas de las cualidades:
Las ideas son las percepciones de las cosas en nuestra mente y las cualidades, que están en los cuerpos, consisten precisamente en la causa de nuestra percepción.
Dentro de las cualidades, Locke distingue entre:
Cualidades primarias de una sustancia como, por ejemplo, una mesa serían las referidas a su extensión, figura, forma, movimiento o reposo y número, por tanto, cualidades objetivas o también denominadas originarias, que necesitan de un sustrato o soporte que les sirva de base. Ahora bien, ese sustrato que es la sustancia resulta ser desdibujada e incognoscible en la filosofía empirista de Locke.
Cualidades secundarias tratarían del aspecto subjetivo de la sustancia. En el ejemplo de la mesa, serían las notas referidas a su color, rugosidad, olor, etc. que,  sin pertenecer al cuerpo investigado, despertaría en nosotros la posibilidad de sentirlo de un modo completamente individual: “Hay cualidades tales que en verdad no son nada en los objetos mismos, sino poderes de producir en nosotros diversas sensaciones por medio de sus cualidades primarias, es decir, por el bulto, la forma, la textura y el movimiento de sus partes insensibles, como son colores, sonidos, gustos, etc.”  (Locke, 1690, pag.113-114).
Por lo tanto, las cualidades están en las cosas, pero nuestro entendimiento las conoce de forma clara y distinta: “Aun cuando las cualidades que afectan a nuestros sentidos están en las cosas mismas tan unidas y mezcladas que no hay separación o distancia entre ellas, con todo, es llano que las ideas que esas cualidades producen en la mente le llegan, por vía de los sentidos, simples y sin mezcla.”  (Locke, 1690, pag.97-98).
Descartes ya se planteaba el problema de la existencia de la realidad, pero Locke nunca llegó a dudar de la existencia de la realidad. Sin embargo, sí que rechaza la objetividad de las cualidades secundarias.
Por otro lado, la misma noción de idea, entendida como representación, implica que tiene que existir una realidad de la cual la idea sea siempre una representación o imagen.
Locke distinguió tres grandes ámbitos o niveles de conocimiento en los que podemos encontrar un paralelismo con las tres sustancias cartesianas (res cogitans, res extensa, res infinita):
De la existencia del yo tenemos certeza intuitiva: un conocimiento claro y seguro que alcanza la mente humana sin ningún proceso mediador. Admite el cogito, ergo sum cartesiano (res cogitans cartesiana).
De la existencia de los cuerpos tenemos certeza sensitiva: un conocimiento de los cuerpos que viene atestiguado por las sensaciones que son producidas por ellos (res extensa cartesiana).
De la existencia de Dios tenemos certeza demostrativa: la existencia de Dios puede demostrarse utilizando el principio de causalidad, Dios es la causa última de nuestra existencia (res infinita cartesiana).

CONCLUSIÓN:

Podríamos decir que Locke es un filósofo empirista que rompe con la forma de conocimiento racionalista y plantea una nueva forma de conocimiento mediante los sentidos, mediante la experiencia, que se alimenta de las reflexiones del ser humano. Para Locke no existen las ideas innatas, no están en nosotros, sino que provienen de los sentidos o de la reflexión: “Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión.”  (Locke, 1690, pag.83).
Lo que significa que cuando nacemos la mente humana es un papel en blanco en el que los sentidos van escribiendo lo que el ser humano va experimentando y las reflexiones que realiza a lo largo de su vida: “Supongamos, entonces, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde se hace la mente con ese prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación del hombre ha pintado en ella, en una variedad casi infinita?” (Locke, 1690, pag.83).
Locke parte de los sentidos para llegar al conocimiento  y, como Descartes, lo hará siguiendo un método, pero para él la experiencia es el origen y también el límite de nuestro conocimiento, lo que significa que no podemos conocer el ser de las cosas sino solo aquello que nos muestran los sentidos y lo que podemos reflexionar sobre ello: “Las observaciones que hacemos acerca de los objetos sensibles externos o acerca de las operaciones internas de nuestra mente, que percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Estas son las dos fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que tenemos o que podamos naturalmente tener” (Locke, 1690, pag.83).
Locke llegará a confesar que sólo ha podido encontrar estas dos formas de conocimiento (sentidos y reflexión), del todo insuficientes para conocer el ser de las cosas: “No puedo sino confesar aquí, una vez más, que las sensaciones externas e internas son las únicas vías de paso del conocimiento al entendimiento que puedo encontrar. Hasta dónde puedo descubrir éstas son las únicas claraboyas por las que la luz se introduce en este cuarto oscuro” (Locke, 1690, pag.142).
Para llegar al conocimiento, Locke viaja desde el solipsismo cartesiano hasta el sensismo empirista, pero al llegar al final del camino se da cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones los sentidos y la reflexión no son suficientes para llegar a conocer el ser de las cosas, el conocimiento, la verdad.
Sin duda, las dos claraboyas que introduce Locke en el cuarto oscuro del conocimiento (los sentidos y la reflexión interior) permiten ver parte de la realidad, pero Locke, como Descartes, se dio cuenta de que las apariencias, en muchas ocasiones, nos engañan.

Bibliografía

Locke, J. (1690). Ensayo sobre el entendimiento humano. Mexico D.F.: Fondo de Cultura Económica.




domingo, 6 de marzo de 2016

BACON, DEL DOMINIO DE LA NATURALEZA

INTRODUCCIÓN:

El concepto de la naturaleza, del dominio de la naturaleza, es fundamental en la filosofía de Bacon, porque a partir de esta idea cimenta todo su pensamiento filosófico. Para Bacon, el conocimiento de la naturaleza es necesario para llegar a dominarla, para que, de esta forma, el ser humano reine sobre la naturaleza y pueda utilizarla para sus fines: “Solo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos”. Pero este conocimiento de la naturaleza no llegará de cualquier manera, sino que se obtendrá a partir de un método científico, utilizando en este caso la observación y la experimentación. Por ello en las páginas siguientes analizaré en detalle su obra maestra, Novum organum.


Antes de comenzar esta exposición es relevante señalar que Francis Bacon (1561-1626), es un filósofo y político inglés que ingresó a una edad muy temprana en la Universidad de Cambridge y permaneció en el Trinity College hasta 1575. Fueron años en los que el joven filósofo, que aprendió los fundamentos de la filosofía aristotélica, terminó por convencerse de que la filosofía tradicional estaba ya desfasada y debía ser superada. A partir de 1579 comenzó su carrera política que viéndose favorecida por la subida al trono del rey Jacobo I en 1603.
Francis Bacon será nombrado Lord Canciller en 1618 con el título de barón de Verulam. El filósofo compaginará a partir de entonces su intensa actividad política con su magno proyecto enciclopédico, la Instauratio Magna, llamada a sustituir, según él mismo, el Organon aristotélico. Sin embargo, su carrera política se verá truncada en 1621 por graves acusaciones de corrupción. Los últimos cinco años de su vida los pasará dedicado por completo a coronar su trabajo intelectual. Entre sus obras, hay que destacar las siguientes: Ensayos (1597), obra que se convirtió pronto en un clásico por sus reflexiones sobre la vida moral y política; Temporis Partus Masculus (1602), obra muy crítica con la filosofía antigua; De interpretatione naturae proemium (1603), en donde se exponen las líneas principales de su reforma cultural; Cogitata et visa (1607), Novum organum o instrucciones acerca de la interpretación de la naturaleza (1620); De sapientia Veterum (1609), en la que interpreta los mitos antiguos para presentar su nueva filosofía; un conjunto de obras sobre historia natural entre las que se pueden destacar: Historia ventorum (1620), Historia naturalis (1622); Historia vitae et mortis (1623); Sylva Sylvarum, publicada póstumamente (1627); Nueva Atlántida (1623), que aunque publicada también póstumamente en 1627, es una obra utópica en la que se anuncia la idea de una sociedad científica y tecnificada.

EL PUNTO DE PARTIDA: EL CONOCIMIENTO DE LA NATURALEZA.

Para Bacon la ciencia de la Antigüedad y los métodos empleados para llegar al conocimiento no eran los adecuados y por ello plantea romper con la ciencia anterior y sus métodos; de hecho su obra más importante, Novum organum (1620), fue pensada para sustituir al Organon aristotélico, porque para él las enseñanzas de los antiguos eran un impedimento para llegar al conocimiento científico.
Bacon parte de la crítica hacia el pensamiento de su época, que se ha dejado llevar por el conocimiento anterior para llegar a verdades no comprobadas, lo que ha supuesto un gran perjuicio para las ciencias: “Aquellos que se han atrevido a hablar dogmáticamente de la naturaleza como de un sujeto explorado, sea que les haya inspirado esta audacia su espíritu excesivamente confiado o su vanidad y el hábito de hablar magistralmente, han ocasionado un perjuicio muy grande a la filosofía y a las ciencias” (Bacon, 1620, Novum organum).
Para Bacon todo el saber humano que nos han legado los filósofos antiguos debe ser en su conjunto completamente olvidado. La condena de Francis Bacon resulta muy moderna y tiene como pretensión alcanzar un saber universal que nos recuerda mucho al proyecto cartesiano. La ciencia baconiana tiene como fin primordial el servicio práctico a toda la comunidad científica: “Ved pues que vuestras riquezas son posesión de muy pocos y que las esperanzas de todos los hombres sean confiadas a solo seis cerebros (Platón, Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Euclides y Ptolomeo). Dios nos ha concedido almas racionales para que rindáis a hombres el tributo que le debéis a vuestro Autor, es decir, la fe que se debe a Dios y a las cosas divinas, ni os ha otorgado firmes y válidos sentidos para estudiar los escritos de unos cuantos hombres, sino para estudiar el cielo y la tierra que son obra de Dios”.
El papel que desempeña la ciencia, según Bacon, consiste en otorgar al hombre poder sobre la naturaleza, sin embargo, solo podemos alcanzar ese dominio sobre ella si la conocemos: “El hombre, ministro e intérprete de la naturaleza, hace y entiende en la medida en que haya observado el orden de la naturaleza, mediante la observación de la cosa o con la actividad de la mente; no sabe, ni puede nada más”.
El punto de partida de Bacon para llegar al conocimiento será la naturaleza: “El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede” (Bacon, 1620, Novum organum).
Es necesario encontrar un nuevo método, alejado de los métodos propios de la Antigüedad, empezando por eliminar los errores que se han cometido, a los que llamará ídolos: “Los ídolos y las nociones falsas que han invadido ya la humana inteligencia, echando en ella hondas raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que la verdad sólo puede encontrar a ella difícil acceso; y no sólo esto: sino que, obtenido el acceso, esas falsas nociones, concurrirán a la restauración de las ciencias, y suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a menos que, prevenidos los hombres, se pongan en guardia contra ellos, en los límites de lo posible” (Bacon, 1620, Novum organum).
Bacon dividirá estos ídolos o errores de los científicos en cuatro tipos: “Hay cuatro especies de ídolos que llenan el espíritu humano. Para hacernos inteligibles, los designamos con los siguientes nombres: la primera especie de ídolos, es la de los de la tribu; la segunda, los ídolos de la caverna; la tercera, los ídolos del foro; la cuarta, los ídolos del teatro” (Bacon, 1620, Novum organum).
Ídolos de la tribu, estos errores son los motivados por las inclinaciones naturales del científico, es decir, tienen su fundamento en la misma naturaleza del hombre.
Ídolos de la caverna, son los debidos a la educación que ha recibido el científico o a su propio carácter individual, es decir, a la naturaleza individual de cada uno, pues todo hombre lleva en sí cierta caverna en que la luz de la naturaleza es corrompida.
Ídolos del foro, son los debidos a las limitaciones que tiene el lenguaje, ya que en muchas ocasiones el lenguaje con el que se comunican los hombres no es el adecuado para definir las cuestiones más complejas del conocimiento humano.
Ídolos del teatro, son los debidos a aceptar un pensamiento por el único hecho de que es antiguo. Estos ídolos son los más negativos, son los errores introducidos en el espíritu humano por los diversos sistemas de los filósofos y los malos métodos de demostración utilizados, que impiden el avance de la ciencia.
Sin embargo, para que la ciencia esté al servicio del hombre resulta necesario e indispensable fundar un nuevo método que pueda “reconducir a los hombres a los fenómenos particulares, respetando su sucesión y su orden, de modo que aquellos se vean obligados a renegar durante un cierto tiempo de las nociones y comiencen a habituarse a las cosas mismas”.

LA SOLUCIÓN: EL MÉTODO CIENTÍFICO INDUCTIVO.

Bacon es muy escéptico respecto a lo que el hombre puede llegar a conocer y lo expresará en su obra en varias ocasiones: “El espíritu humano se siente inclinado naturalmente a suponer en las cosas más orden y semejanza del que en ellas encuentra; y mientras que la naturaleza está llena de excepciones y de diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud” (Bacon, 1620, Novum organum).
En otra ocasión, también en relación con el conocimiento humano, llegará a decir: “El espíritu humano, una vez que lo han reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la tradición y de la fe que se les presta, se ve obligado a ceder a esas ideas poniéndose de acuerdo con ellas; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es conservar incólume toda la autoridad de sus queridos prejuicios” (Bacon, 1620, Novum organum).
Para dar solución a la compleja situación en la que se encontraba la ciencia, Bacon propone un nuevo método, un método inductivo, es decir, un método que partiendo del conocimiento de lo particular pueda llegar al conocimiento de lo general. Lo más importante en Bacon es que cambia la idea de la ciencia y a partir de él el conocimiento científico dejará de ser solamente un conocimiento teórico para llegar a ser un conocimiento práctico, que incide en la vida de las personas y puede llegar a cambiarla: “La formación de nociones y principios mediante una legítima inducción, es ciertamente el verdadero remedio para destruir y disipar los ídolos; pero sería con todo muy conveniente dar a conocer los ídolos mismos. Existe la misma relación entre un tratado de los ídolos y la interpretación de la naturaleza, que entre el tratado de los sofismas y la dialéctica vulgar” (Bacon, 1620, Novum organum).
El método baconiano, similar al cartesiano, consta dos dimensiones:
Pars destruens, es decir, eliminar de nuestra mente aquellas nociones falsas o ídolos que han invadido nuestro intelecto.
Pars construens, es decir, llenar nuestra mente con aquellas nociones obtenidas del comercio natural de nuestro intelecto con la realidad.
Pero antes de proceder a la inducción debemos catalogar las observaciones tomadas (investigación positiva de la naturaleza) en tres tablas diferentes:
Tabula essentiae et praesentiae: se trataría de la correspondencia o presencia del hecho con la causa supuesta.
Tabula declinationis, sive absentiae in próximo: en este caso, la propiedad estudiada, quitada dicha causa, está ausente y no se manifiesta.
Tabula comparativa/graduum: la propiedad estudiada variará creciendo o disminuyendo al verse modificada la causa.
El objetivo final de este método inductivo es encontrar la esencia, fuente de emanación o también llamada verdadera diferencia de la cosa o natura naturante. Se trata de un proceso en el que el entendimiento está abandonado a su riesgo.

CONCLUSIÓN:

Podríamos decir que Bacon es un filósofo que, al contrario que sus coetáneos, rompe con el conocimiento de la Antigüedad para encontrar un método que le permita conocer la realidad, es decir, la naturaleza, con el fin de, una vez conocida, poder dominarla y ponerla al servicio del ser humano: “Entre los mismos hombres que cultivaron la filosofía natural, casi no ha habido, sobre todo en estos últimos tiempos, quien se haya consagrado a su estudio con inteligencia clara y libre de ulteriores miras, a menos que se cite por casualidad algún monje en su celda, o algún noble en su mansión” (Bacon, 1620, Novum organum).
Bacon es un filósofo empirista y un precursor de la ciencia experimental, que se anticipa y tiene gran influencia en el conocimiento científico posterior y en la ciencia moderna: “La mejor demostración es, sin comparación, la experiencia, siempre que se atenga estrictamente a las observaciones. Pues si se extiende una observación a otros hechos que se creen semejantes a menos de emplear en ello mucha prudencia y orden, se engaña uno necesariamente. Además, el actual modo de experiencia es ciego e insensato(Bacon, 1620, Novum organum).
Para Bacon “el conocimiento es poder” y su objetivo es dominar la naturaleza para, una vez transformada, ponerla al servicio del ser humano, es decir, entiende la verdad como utilidad para el ser humano (utilitarismo). El conocimiento científico es poder y tiene como fin la tecnología, es decir, la utilidad práctica de la naturaleza para el ser humano. Se trata, por tanto, de un pensamiento práctico, utilitarista o finalista, que nos recuerda en este sentido el pensamiento que plasma Maquiavelo en su obra El príncipe.
Bacon parte de los sentidos para llegar al conocimiento científico mediante un método inductivo que tiene como base la observación y la experimentación, y que, por tanto, llegará al conocimiento de lo general desde lo particular. Se trata de un método similar al de Descartes, desde el que se destruyen primeramente los errores del conocimiento, a los que Bacon llamará ídolos, y posteriormente se reconstruye el intelecto con las verdades conocidas mediante el método inductivo propuesto: “En cuanto a nuestro método, es tan fácil de indicar como difícil de practicar. Consiste en establecer distintos grados de certeza; en socorrer los sentidos limitándolos; en proscribir las más de las veces el trabajo del pensamiento que sigue la experiencia sensible”.


Bacon, iniciador del empirismo, como lo fue Descartes del racionalismo, coincide con éste en su búsqueda de la verdad, esa verdad que para él es poder, es decir, el hombre como dominador de la naturaleza, una naturaleza que a partir de este momento, y hasta nuestros días, con mayor o menor acierto, estará al servicio del ser humano.