INTRODUCCIÓN.
Comenzaré por hacer una breve
introducción sobre la desviación que se produce a veces en los individuos de
una sociedad y el control social que llevan a cabo las sociedades para prevenir
o evitar estos actos desviados que, en ocasiones, son considerados actos
delictivos.
Desviación.
Desviación.
En nuestra sociedad, cuando se
produce un comportamiento que no es conforme con las normas sociales
existentes, decimos que se produce una desviación, es decir, un comportamiento anormal
que viola las normas sociales que nos hemos impuesto en nuestro grupo social.
Este comportamiento desviado
puede esconder cuestiones de diversa índole, como pueden ser morales,
religiosas, políticas,…, y puede depender de varios tipos de factores
diferentes: de tiempo (las normas sociales no son estáticas, sino que varían
con el tiempo), de lugar (donde ocurre el comportamiento desviado), de sociedad
(las normas sociales varían de una sociedad a otra) y de grupo social (las
normas sociales también varían de un grupo social a otro).
El comportamiento desviado puede
dar lugar a comportamientos delictivos, los que violan las leyes de una
sociedad: delito juvenil (los que cometen las personas menores de edad), delito
estandarizado (en los que hay una persona que realiza la acción delictiva y
otra que la sufre), delito de guante blanco (son los cometidos por la clase
media alta) y delito sin víctima (en éstos delitos, el criminal es la única
víctima), y no delictivos: alcoholismo (se produce en personas que no pueden
controlar el consumo de alcohol), enfermedades mentales (se produce en personas
con problemas mentales, que por este motivo no pueden tener un comportamiento
ordenado y racional),….
Para explicar un comportamiento
desviado, existen teorías que ponen el foco sobre el propio individuo, son las
teorías formalizadas de la desviación, y teorías que ponen el foco sobre la
sociedad, son las teorías de la desviación centradas en la sociedad.
Entre las primeras, las que ponen
el foco en el individuo, se encuentran las que dan una explicación biológica a
la desviación (se produce por desórdenes mentales en el pensamiento de la
persona desviada) y las que le dan una explicación psicológica (se produce
porque la persona desviada no ha interiorizado adecuadamente los valores
sociales).
Entre las segundas, las que ponen
el foco en la sociedad, se encuentran las siguientes: teoría de la asociación
diferencial (se produce la desviación por asociarse con otras personas
desviadas), de la subcultura desviada (se produce en subculturas que no han
podido alcanzar el éxito con los estándares de la cultura dominante), del
etiquetaje (la desviación es una etiqueta social, que emerge de los miembros de
un grupo social), de la anomia (la desviación es una falta de referentes, en
donde el actor social se encuentra totalmente perdido), del conflicto social (se
produce cuando ciertas necesidades individuales acaban derivando en un
comportamiento desviado), radical (explica el comportamiento delictivo cuando
se hace necesario establecer una ley irracional para que las personas busquen
otras formas de delinquir) y las perspectivas postmodernistas de la desviación
(las prisiones son más humanas en comparación con las del pasado).
Podemos decir que un acto
desviado tiene la consideración de acto criminal cuando se violan las normas de
la sociedad. Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, estos actos tienen consideraciones
diferentes, tanto en el tiempo como en el espacio y, además, también existen
grandes diferencias entre las clases sociales y las razas.
Los actos criminales podemos
clasificarlos en crimen convencional (son los crímenes violentos, los que
conllevan el uso de la fuerza o la amenaza), crimen contra la propiedad (son
los robos y su objetivo es la obtención de dinero u otro tipo de deseo crematístico),
crimen corporativo (son los cometidos por grandes corporaciones u
organizaciones), crimen organizado (son los cometidos por grupos organizados,
como los grupos mafiosos, entre los que se encuentran el tráfico de drogas, el
contrabando de armas, el blanqueo de dinero, la prostitución, el juego
ilegal,…), crimen político (son los cometidos con el objetivo de usurpar el
poder), crimen internacional (se produce cuando el crimen traspasa las
fronteras nacionales) y el cibercrimen (se produce cuando se utilizan ordenados
u otros elementos tecnológicos para llevar a cabo actos terroristas).
Control social.
Por control social entendemos el
mecanismo que sirve a la sociedad para asegurar que las personas actúen
conforme a las normas y reglas sociales existentes que, en muchos casos, están
amparadas por leyes.
Cohen lo definía como: “Aquella
respuesta colectiva al crimen, delincuencia y otras formas de acciones
desviadas y comportamientos sociales problemáticos, los cuales son concebidos
como tal, tanto en sentido negativo (después de que un acto ha sido localizado
o un individuo identificado) como en sentido positivo de prevenir el acto”.
Es importante diferenciar control
social de orden social, que son las condiciones de existencia de una sociedad,
es decir, la configuración que tiene dicha sociedad.
En el control social podemos distinguir
dos procesos básicos: la internalización de las normas del grupo (lo que
favorece la conformidad a través de la socialización) y la reacción social (influye
en la conformidad a través de presiones externas en forma de sanciones).
Existen varios tipos de controles
sociales: control informal (son los mecanismos y prácticas ordinarias que
ejerce el grupo sobre el individuo), control formal (conlleva la activación de
un sistema organizado de agentes especializados y de la organización, entre los
que se encuentran, entre otros, el control médico y el control legal).
La mayoría de los sociólogos
opina que la socialización es el mejor mecanismo de control social y que, por
lo tanto, mejor instrumento de control
es el control informal.
Sin embargo, la realidad es que
el temor al riesgo social y económico está haciendo que en la actualidad esté
proliferando un exceso de control del Estado sobre los comportamientos
antisociales (cámaras de vigilancia, vigilantes en las puertas,…), es decir, se
está produciendo un control excesivo, marcado por la ausencia de pautas de
internalización de los valores sociales.
LAS CÁRCELES, ¿INTEGRACIÓN O EXCLUSIÓN?
Sin embargo, a pesar de todo el
control que se está ejerciendo por parte del Estado, no parece que las medidas
que se están tomando a la hora de integrar a las personas que han cometido
actos delictivos estén siendo las adecuadas ni que estén dando lso resultados
esperados:
El centro penitenciario
concentra la condición paradójica de pretender ser un espacio de castigo por la
reclusión en el momento presente del interno y, además, un espacio de
reeducación en el futuro del recluso (cfr. Matthews, 2003). Esta contradicción
obliga al saber pedagógico a matizar mejor las posibilidades educativas de los
sujetos y de las instituciones penitenciarias. Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las
prisiones. Posibilidades y límites, 2010).
Por lo tanto, como dice Gil Cantero
en el texto anterior, procede tomar medidas que favorezcan la pedagogía, con la
intención de evitar que la cárcel se convierta, exclusivamente, en un lugar de internamiento
o exclusión del delincuente sin posibilidad de readaptación. Se hace necesario,
por tanto, lograr que la cárcel se parezca más a un Centro de Enseñanza que a
un Centro de Reclusión, en el que los delincuentes puedan ser debidamente
reeducados por profesores y pedagogos para que puedan volver a integrase en la
sociedad, aunque sea de forma progresiva, lo que favorecerá, a largo plazo, a
la propia sociedad:
Puede que la
mirada pedagógica sea más costosa pero indudablemente, a largo plazo, beneficia
más al sujeto y a la comunidad porque en sí misma favorece la prevención del
delito basada en el compromiso personal del auténtico cambio del delincuente. Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las
prisiones. Posibilidades y límites, 2010).
Se trata realmente de una
“inversión” humanizadora cuyos resultados beneficiarán, a largo plazo, no sólo
al delincuente, sino también a toda la sociedad. Por consiguiente, es necesario
humanizar, tanto el castigo, como al propio delincuente:
Esta es una de
las vías que está provocando convertir los espacios de reclusión en espacios de
entretenimiento. A nuestro juicio, lo
que hay que humanizar es al sujeto y no sólo al castigo. Pero para ello hay que
creer en sus posibilidades de cambio.
Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las prisiones. Posibilidades y
límites, 2010).
Es muy importante que las
personas que se hagan cargo de la reeducación de los delincuentes sean
profesionales de la educación y que, además, tengan una alta formación en
centros penitenciarios, ya que estos formadores tienen que ganarse la confianza
de los delincuentes, empatizar con ellos, ofrecerles su ayuda,…, y esta
actividad sólo pueden realizarla profesionales de la formación debidamente
cualificados.
El problema, como vemos, puede
ser en parte económico, ya que humanizar los centros penitenciarios y profesionalizar
a los educadores debe suponer un alto coste, pero también se trata de un
problema de mentalidad y, por qué no decirlo, de prejuicios por parte de la
sociedad hacia los delincuentes, que más que verlos como personas, los ve como
problemas que hay que apartar, o mejor, esconder en un lugar alejado, en este
caso, la prisión.
CONCLUSIÓN.
Como conclusión, podríamos decir
que las actuales cárceles no son adecuadas para la reeducación, readaptación y
finalmente reinserción de los delincuentes en la sociedad, sino que más bien
son meros centros donde esconderlos y, preferiblemente, deben tener su
ubicación lo más alejada posible de la vida social.
Es cierto que actualmente se está
intentando humanizar los castigos, pero esto no es suficiente, también es
necesario humanizar, o mejor, rehumanizar al delincuente.
Además se hace necesario
profesionalizar la reeducación del delincuente, entregándola a profesionales de
la educación debidamente formados y capacitados para esta tarea.
Como ya he argumentado
anteriormente, aunque estas medidas sean costosas, hay que verlo como una
“inversión” humanizadora que, a largo plazo, generará grandes beneficios a las
sociedades futuras, pero para empezar a trabajar en esta línea es necesario
primeramente que nos desprendamos de ciertos prejuicios que nos impiden ver a
los delincuentes como lo que realmente son: seres humanos.
Finalizaré este ensayo con una
frase muy apropiada de Nelson Mandela que, como sabemos, aprovechó el tiempo que
estuvo en la cárcel para aprender y mejorar como persona:
Un hombre que le
arrebata la libertad a otro es un prisionero del odio, está encerrado tras los
barrotes del prejuicio y de la estrechez mental. Nelson Mandela.
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