lunes, 12 de diciembre de 2016

EL PAPEL DE LAS CÁRCELES EN LA SOCIEDAD

INTRODUCCIÓN.

Comenzaré por hacer una breve introducción sobre la desviación que se produce a veces en los individuos de una sociedad y el control social que llevan a cabo las sociedades para prevenir o evitar estos actos desviados que, en ocasiones, son considerados actos delictivos.



*  Desviación.
En nuestra sociedad, cuando se produce un comportamiento que no es conforme con las normas sociales existentes, decimos que se produce una desviación, es decir, un comportamiento anormal que viola las normas sociales que nos hemos impuesto en nuestro grupo social.
Este comportamiento desviado puede esconder cuestiones de diversa índole, como pueden ser morales, religiosas, políticas,…, y puede depender de varios tipos de factores diferentes: de tiempo (las normas sociales no son estáticas, sino que varían con el tiempo), de lugar (donde ocurre el comportamiento desviado), de sociedad (las normas sociales varían de una sociedad a otra) y de grupo social (las normas sociales también varían de un grupo social a otro).
El comportamiento desviado puede dar lugar a comportamientos delictivos, los que violan las leyes de una sociedad: delito juvenil (los que cometen las personas menores de edad), delito estandarizado (en los que hay una persona que realiza la acción delictiva y otra que la sufre), delito de guante blanco (son los cometidos por la clase media alta) y delito sin víctima (en éstos delitos, el criminal es la única víctima), y no delictivos: alcoholismo (se produce en personas que no pueden controlar el consumo de alcohol), enfermedades mentales (se produce en personas con problemas mentales, que por este motivo no pueden tener un comportamiento ordenado y racional),….
Para explicar un comportamiento desviado, existen teorías que ponen el foco sobre el propio individuo, son las teorías formalizadas de la desviación, y teorías que ponen el foco sobre la sociedad, son las teorías de la desviación centradas en la sociedad.
Entre las primeras, las que ponen el foco en el individuo, se encuentran las que dan una explicación biológica a la desviación (se produce por desórdenes mentales en el pensamiento de la persona desviada) y las que le dan una explicación psicológica (se produce porque la persona desviada no ha interiorizado adecuadamente los valores sociales).
Entre las segundas, las que ponen el foco en la sociedad, se encuentran las siguientes: teoría de la asociación diferencial (se produce la desviación por asociarse con otras personas desviadas), de la subcultura desviada (se produce en subculturas que no han podido alcanzar el éxito con los estándares de la cultura dominante), del etiquetaje (la desviación es una etiqueta social, que emerge de los miembros de un grupo social), de la anomia (la desviación es una falta de referentes, en donde el actor social se encuentra totalmente perdido), del conflicto social (se produce cuando ciertas necesidades individuales acaban derivando en un comportamiento desviado), radical (explica el comportamiento delictivo cuando se hace necesario establecer una ley irracional para que las personas busquen otras formas de delinquir) y las perspectivas postmodernistas de la desviación (las prisiones son más humanas en comparación con las del pasado).
Podemos decir que un acto desviado tiene la consideración de acto criminal cuando se violan las normas de la sociedad. Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, estos actos tienen consideraciones diferentes, tanto en el tiempo como en el espacio y, además, también existen grandes diferencias entre las clases sociales y las razas.
Los actos criminales podemos clasificarlos en crimen convencional (son los crímenes violentos, los que conllevan el uso de la fuerza o la amenaza), crimen contra la propiedad (son los robos y su objetivo es la obtención de dinero u otro tipo de deseo crematístico), crimen corporativo (son los cometidos por grandes corporaciones u organizaciones), crimen organizado (son los cometidos por grupos organizados, como los grupos mafiosos, entre los que se encuentran el tráfico de drogas, el contrabando de armas, el blanqueo de dinero, la prostitución, el juego ilegal,…), crimen político (son los cometidos con el objetivo de usurpar el poder), crimen internacional (se produce cuando el crimen traspasa las fronteras nacionales) y el cibercrimen (se produce cuando se utilizan ordenados u otros elementos tecnológicos para llevar a cabo actos terroristas).
*  Control social.
Por control social entendemos el mecanismo que sirve a la sociedad para asegurar que las personas actúen conforme a las normas y reglas sociales existentes que, en muchos casos, están amparadas por leyes.
Cohen lo definía como: “Aquella respuesta colectiva al crimen, delincuencia y otras formas de acciones desviadas y comportamientos sociales problemáticos, los cuales son concebidos como tal, tanto en sentido negativo (después de que un acto ha sido localizado o un individuo identificado) como en sentido positivo de prevenir el acto”.
Es importante diferenciar control social de orden social, que son las condiciones de existencia de una sociedad, es decir, la configuración que tiene dicha sociedad.
En el control social podemos distinguir dos procesos básicos: la internalización de las normas del grupo (lo que favorece la conformidad a través de la socialización) y la reacción social (influye en la conformidad a través de presiones externas en forma de sanciones).
Existen varios tipos de controles sociales: control informal (son los mecanismos y prácticas ordinarias que ejerce el grupo sobre el individuo), control formal (conlleva la activación de un sistema organizado de agentes especializados y de la organización, entre los que se encuentran, entre otros, el control médico y el control legal).
La mayoría de los sociólogos opina que la socialización es el mejor mecanismo de control social y que, por lo tanto,  mejor instrumento de control es el control informal.
Sin embargo, la realidad es que el temor al riesgo social y económico está haciendo que en la actualidad esté proliferando un exceso de control del Estado sobre los comportamientos antisociales (cámaras de vigilancia, vigilantes en las puertas,…), es decir, se está produciendo un control excesivo, marcado por la ausencia de pautas de internalización de los valores sociales.

LAS CÁRCELES, ¿INTEGRACIÓN O EXCLUSIÓN?

Sin embargo, a pesar de todo el control que se está ejerciendo por parte del Estado, no parece que las medidas que se están tomando a la hora de integrar a las personas que han cometido actos delictivos estén siendo las adecuadas ni que estén dando lso resultados esperados:

El centro penitenciario concentra la condición paradójica de pretender ser un espacio de castigo por la reclusión en el momento presente del interno y, además, un espacio de reeducación en el futuro del recluso (cfr. Matthews, 2003). Esta contradicción obliga al saber pedagógico a matizar mejor las posibilidades educativas de los sujetos y de las instituciones penitenciarias. Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las prisiones. Posibilidades y límites, 2010).

Por lo tanto, como dice Gil Cantero en el texto anterior, procede tomar medidas que favorezcan la pedagogía, con la intención de evitar que la cárcel se convierta, exclusivamente, en un lugar de internamiento o exclusión del delincuente sin posibilidad de readaptación. Se hace necesario, por tanto, lograr que la cárcel se parezca más a un Centro de Enseñanza que a un Centro de Reclusión, en el que los delincuentes puedan ser debidamente reeducados por profesores y pedagogos para que puedan volver a integrase en la sociedad, aunque sea de forma progresiva, lo que favorecerá, a largo plazo, a la propia sociedad:

Puede que la mirada pedagógica sea más costosa pero indudablemente, a largo plazo, beneficia más al sujeto y a la comunidad porque en sí misma favorece la prevención del delito basada en el compromiso personal del auténtico cambio del delincuente. Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las prisiones. Posibilidades y límites, 2010).

Se trata realmente de una “inversión” humanizadora cuyos resultados beneficiarán, a largo plazo, no sólo al delincuente, sino también a toda la sociedad. Por consiguiente, es necesario humanizar, tanto el castigo, como al propio delincuente:

Esta es una de las vías que está provocando convertir los espacios de reclusión en espacios de entretenimiento.  A nuestro juicio, lo que hay que humanizar es al sujeto y no sólo al castigo. Pero para ello hay que creer en sus posibilidades de cambio. Fernando Gil Cantero (La acción pedagógica en las prisiones. Posibilidades y límites, 2010).  

Es muy importante que las personas que se hagan cargo de la reeducación de los delincuentes sean profesionales de la educación y que, además, tengan una alta formación en centros penitenciarios, ya que estos formadores tienen que ganarse la confianza de los delincuentes, empatizar con ellos, ofrecerles su ayuda,…, y esta actividad sólo pueden realizarla profesionales de la formación debidamente cualificados.
El problema, como vemos, puede ser en parte económico, ya que humanizar los centros penitenciarios y profesionalizar a los educadores debe suponer un alto coste, pero también se trata de un problema de mentalidad y, por qué no decirlo, de prejuicios por parte de la sociedad hacia los delincuentes, que más que verlos como personas, los ve como problemas que hay que apartar, o mejor, esconder en un lugar alejado, en este caso, la prisión.

CONCLUSIÓN.

Como conclusión, podríamos decir que las actuales cárceles no son adecuadas para la reeducación, readaptación y finalmente reinserción de los delincuentes en la sociedad, sino que más bien son meros centros donde esconderlos y, preferiblemente, deben tener su ubicación lo más alejada posible de la vida social.
Es cierto que actualmente se está intentando humanizar los castigos, pero esto no es suficiente, también es necesario humanizar, o mejor, rehumanizar al delincuente.
Además se hace necesario profesionalizar la reeducación del delincuente, entregándola a profesionales de la educación debidamente formados y capacitados para esta tarea.
Como ya he argumentado anteriormente, aunque estas medidas sean costosas, hay que verlo como una “inversión” humanizadora que, a largo plazo, generará grandes beneficios a las sociedades futuras, pero para empezar a trabajar en esta línea es necesario primeramente que nos desprendamos de ciertos prejuicios que nos impiden ver a los delincuentes como lo que realmente son: seres humanos.

Finalizaré este ensayo con una frase muy apropiada de Nelson Mandela que, como sabemos, aprovechó el tiempo que estuvo en la cárcel para aprender y mejorar como persona:


Un hombre que le arrebata la libertad a otro es un prisionero del odio, está encerrado tras los barrotes del prejuicio y de la estrechez mental. Nelson Mandela.





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