REGALISMO
Y GALICANISMO:
El concepto de regalismo proviene del término regalías, que
eran unos derechos, prerrogativas o privilegios que desde la Edad Media
disfrutaban los monarcas frente a jurisdicciones de otras autoridades, como la
nobleza o la Iglesia.
A principios del Medievo estas regalías constituían principalmente derechos económicos o financieros de la Corona, pero al final de esta época se consideraban regalías a todas las funciones propias de la soberanía de la Corona, como la acuñación de monedas o la administración de justicia.
A principios del Medievo estas regalías constituían principalmente derechos económicos o financieros de la Corona, pero al final de esta época se consideraban regalías a todas las funciones propias de la soberanía de la Corona, como la acuñación de monedas o la administración de justicia.
En la Edad Moderna el término regalía mantuvo su contenido
anterior, pero creció en importancia al ampliarse a funciones relacionadas con
prerrogativas del monarca en cuestiones religiosas y eclesiásticas, lo que pasó
a denominarse propiamente regalismo.
El término regalismo hace referencia a que todos los
aspectos de la Iglesia que no son puramente espirituales o dogmáticos están
bajo el poder del monarca, no del Papado. Hay que tener en cuenta que los
monarcas, cuyo poder tenía un origen divino, se sentían autorizados dentro de
sus reinos a velar por los intereses de la Iglesia.
Pero, como podemos imaginar, no se trataba solamente de
velar por la Iglesia, sino que el problema de fondo era la existencia de una
superposición de poderes dentro de un mismo territorio, el material,
representado por el monarca, y el espiritual, representado por el Papa y, por
lo tanto, de una lucha de poder, que generaría numerosos conflictos.
Una de las armas más importantes que tenía la Monarquía Hispánica
para aplicar el regalismo fue el real patronato, que estaba inspirado en la
idea de que los monarcas se consideraban patronos de la Iglesia en el sentido
más amplio de la palabra, haciéndose cargo, por ejemplo, de la protección y
mantenimiento de iglesias, abadías, capillas, órdenes militares,…, así como de
la evangelización de las nuevas tierras, lo que supuso un gran desembolso.
Por el contrario, el real patronato contaba con un
privilegio de gran importancia para el control de la Iglesia asentada en el
propio territorio: la presentación de sus obispos, que los monarcas proponían y
el Papa se comprometía a aceptar.
Aunque el regalismo tuvo gran importancia en nuestro país y
algunas de sus manifestaciones han perdurado durante siglos, no ha sido un caso
únicamente español.
El galicanismo, versión francesa del regalismo, es más puramente regalista que la versión española, y tiende a afirmar la independencia de la iglesia de Francia frente al Papado. En el galicanismo se distinguen tres corrientes:
El galicanismo eclesiástico, que afirma que las decisiones
del concilio ecuménico prevalecen sobre las del Papa, que éste no es infalible
y que los obispos son sucesores de los apóstoles.
El galicanismo real, que reivindica la independencia de los
reyes de Francia frente al Papado en cuestiones temporales.
Y, el galicanismo parlamentario, más radical que los
anteriores, que proclama la absoluta subordinación de la iglesia francesa al
Estado y, si es necesario, la intervención del gobierno en los asuntos
financieros y disciplinarios del clero.
El galicanismo propugna que cada Iglesia nacional disponga
de sus propios ingresos y tenga una amplia autonomía en cuestiones
disciplinarias, pero también que pueda defenderse de las intrusiones de los
monarcas, proclamando su independencia respecto del poder temporal.
Las diferencias entre el regalismo y el galicanismo se
encuentran precisamente en el patronazgo que ejerció la Monarquía Hispánica
sobre la Iglesia, lo que supuso que el regalismo fuera una corriente mucho
menos crítica y agresiva con el Papado, como sí lo fue el galicanismo. El
regalismo, si acaso, es una corriente similar al galicanismo real, más
indulgente y cercano a la Iglesia.
Hay que tener en cuenta que desde la Edad Media los monarcas
hispanos se sentían protectores de la Iglesia existente en la Península
Ibérica, a la que habían rescatado del poder musulmán y este sentimiento de protección
perduraría en las monarquías hispánicas durante las siguientes generaciones,
hasta épocas muy cercanas a nosotros.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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Muchísimas gracias, me ha quedado mucho más claro que en mi manual de historia.
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