John
Baldessari era hijo de inmigrantes; su madre era danesa, y su padre de ascendencia
italiana, nacido en Austria. Creció en National City, una población en la
periferia, cerca de la frontera mexicana y de todos los excesos de la pobreza
del mundo.
Su
padre recogía hierros y desechos, derribaba viejos edificios y se apoderaba de trastos,
que después arreglaba, repintaba y
revendía, para dar de comer a su familia. Esa fue la infancia de Baldessari, un
hombre nacido en 1931, en los años de la gran depresión que llenaron de sufrimiento
y muerte a los Estados Unidos, cuyos millones de pobres y hambrientos
deambularon por todas las carreteras de la desesperación.
Su
primera exposición individual la hizo en 1960, en La Jolla Art Center. En esos
años, cuando vive en National City, Baldessari parece resignado a buscarse la
vida como puede, como profesor o con otras actividades ocasionales y a ejercer
de artista apenas en segundo término, casi como si fuera una afición doméstica.
Es entonces cuando empieza a tomar fotografías de la ciudad, disparando su
cámara sin mirar por el objetivo, al azar, sin pensarlo, sin seleccionar ningún
elemento de interés, recogiendo escenas callejeras que no parecían tener ningún
sentido artístico.
En los
años sesenta crea Wrong, una fotografía donde Baldessari posa con una palmera a
su espalda, casi parece que se apoya en ella, mientras la palmera sube hacia el
cielo, como si creciera del propio cuerpo del pintor. Detrás del pintor se
aprecia una casa que indica que se encuentra en una de las zonas residenciales
que han crecido en esos años en las afueras de las ciudades norteamericanas. Esta
imagen parece representar la soledad de Baldessari, su condición de hombre
aislado en un paisaje desértico, aunque esté habitado, es decir, representa su
lugar en el mundo del arte.
Hacia
1968, cuando expone en Los Ángeles obras compuestas ya por fotografías y texto,
sigue siendo un autor poco conocido, que aún no ha optado por la vía sin
retorno de la destrucción de su pintura.
En
1970, seguro de que su trabajo artístico estaba en las composiciones
fototextuales, decide quemar toda su obra anterior, realizada entre 1953 y
1966. Era una decisión irreversible, y quiso anunciarla para forzarse a sí
mismo, para no volverse atrás, y para proclamar que había dejado de pintar: se
convierte así en un singular pintor que ya no volvería a pintar. Este es el detonante
del “Cremation Project” que, si hemos de dar crédito a sus palabras, es un
proyecto que nace por necesidad: Baldessari trabajaba en un cine abandonado donde
acumulaba cuadros, que nunca llegaba a vender. Llegó un momento en que pensó
que quedaría enterrado bajo ellos, y concluyó que no era necesario guardarlos
porque tenía fotografías de todas sus obras: por lo tanto, podía quemarlas.
Baldessari
desarrolló en sus clases la idea de que se creaban obras artísticas que no se
hacían en el taller, sino en la mente, de manera que los artistas eran quienes
pensaban la obra y, otros, los ejecutores, la mano que daba forma a la
verdadera creación, a la idea. De hecho, esa concepción no era nueva en el
arte, puesto que los arquitectos trabajaban así desde hacía siglos, pero
aplicada a la pintura más o menos convencional su planteamiento cobraba un
nuevo sentido. Junto con sus alumnos, Baldessari jugaba; lanzaban un dardo
sobre un mapa de la ciudad de Los Ángeles, por ejemplo, y el lugar que el azar
había seleccionado era visitado por el grupo, para pasar el día, haciendo
fotografías, rodando precarias películas, apoderándose del lugar por el
procedimiento de intervenir en ese punto obteniendo materiales diversos,
confusos, pero que podían tener una utilidad posterior.
En los
años ochenta consigue gran repercusión, sobre todo con sus composiciones de
fotografías que derivaban de los fotogramas de películas de Hollywood de
desecho. Estaba muy interesado por los abundantes significados de la imagen, y crea
obras con esos fotogramas recortados y ampliados, como si estuviese construyendo
algo. Así, consigue imágenes de armas, de asesinatos, que crearán unas escenas duras.
Llegó
un momento en que utiliza un punto, un círculo, para tapar rostros en fotografías
y, con ello, borrar a aquella gente, a los ciudadanos más representativos de la
nueva América que había surgido de la victoria en la segunda Guerra Mundial, y
que era el rostro del consumismo más vacío del capitalismo.
El arte
conceptual pretendía que la idea podría sustituir los viejos esquemas y
procesos artísticos capturados en un lienzo, o depositados con mano experta en
una superficie: el objeto artístico había dejado de ser relevante. Las obras
deliberadamente feas, poco atractivas, del arte conceptual están muy lejos del
viejo esteticismo que, pese a todo, seguía presente en el trabajo de muchos artistas,
aunque Baldessari ironiza, incluso sobre sí mismo, sabiendo que el arte, la
crítica artística, y la propia historia del arte, son construcciones intelectuales
perfectamente prescindibles. La violencia explícita que llegaba con los
fotogramas de Hollywood se ha convertido ahora en una arruga más en el rostro
envejecido del capitalismo, dispuesto a vivir hacinado en un planeta que devora
los antiguos dolores y las nuevas esperanzas.
Bibliografía
Polo, Higinio. «Baldessari y el arte conceptual.» El
viejo topo, nº 269, 2010: 78-87.
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