INTRODUCCIÓN. OBJETIVOS.
El
presente trabajo trata de aclarar la panorámica general del campesinado peruano
desde la segunda mitad del siglo XX.
Presentar
una reflexión sobre la situación del campesinado peruano en la segunda mitad
del siglo XX, no puede considerarse como una novedad. Ahora bien, hacerlo
planteándolo de manera sistemática y exhaustiva, analizando los efectos y las
causas que tuvo la Reforma Agraria de 1969, nos puede arrojar argumentos
válidos para evaluar, especialmente, las repercusiones que tuvo dicha reforma
en todos los estratos sociales peruanos, no solamente el campesinado, y la
superación del trasfondo colonialista del pasado.
La
historiografía actual nos ofrece una metodología de estudio que nos ayuda a
constatar los hechos históricos producidos en Perú desde la segunda mitad del
siglo XX hasta nuestros días, y de ahí la importancia que este trabajo otorga a
la Reforma Agraria de 1969, entendiéndola como un hito histórico y analizando
sus efectos y sus causas. Analizaremos cómo se intentó que legislativamente,
esta reforma supusiera un cambio de paradigma, no sólo en la gestión del suelo
y la producción agrícola, sino también en un cambio en el modelo social de la
época.
Este
trabajo es fruto de la colaboración entre Adolfo Hernández García y Elena Gómez
Felipe, ambos estudiantes del Grado de Humanidades en la Universidad
Internacional de La Rioja.
El
trabajo se desarrolla a través de la siguiente estructura narrativa:
- Contextualización histórica. Causas y
concurrencias.
- Situación del campesinado peruano a
mediados del siglo XX.
- Ley de Reforma Agraria de 1969.
Efectos y consecuencias.
- Conclusiones finales. Situación actual.
CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA. CAUSAS
Y CONCURRENCIAS.
La
proclamación de la independencia de Perú en 1821 y la llegada de la República
trajo consigo el inicio de una etapa de caos jurídico y administrativo, propia
de la transición desde el anterior sistema colonial. Esta etapa de vacío de
poder fue aprovechada por mestizos y criollos, amparados en la desprotección en
que la legislación republicana había sumido a los indígenas, para apropiarse de
las tierras de estas comunidades campesinas indias. Como consecuencia de ello,
comenzaron a producirse levantamientos y rebeliones, principalmente en el sur
del país, como la de Juan Bustamante (1867-1868). Estas revueltas campesinas se
prolongaron de forma intermitente en el tiempo hasta la gran sublevación indígena
(1920-1923), que provocó grandes disturbios y graves enfrentamientos en las
provincias sureñas entre indígenas y tropas gubernamentales. En esta etapa
surge el movimiento indigenista, apoyado por sectores de las clases medias, muy
descontentos con el centralismo del estado, y de la aristocracia, ligada por
diferentes motivos con la oligarquía. Además de la desprotección en que se
encontraba la población indígena, la irrupción del indigenismo estuvo también
influenciada por acontecimientos que se estaba produciendo en la escena
internacional, como son las revoluciones mexicana y bolchevique. Esta situación
propició la llegada de un sistema autoritario como solución para acabar con las
continuas revueltas campesinas, que también podríamos llamar indias o indígenas,
ya que eran estos, en su gran mayoría, quienes se dedicaban a trabajar la
tierra.
Aunque
el indigenismo nunca llegó a convertirse en un movimiento de masas, a finales
de la década de los años 20 fue atraído por el socialismo, y su influencia contribuyó
a identificar a los indios con los campesinos, es decir, con la clase
trabajadora campesina, ya que los indios eran quienes ejercían esta actividad
en el proceso productivo peruano. En un país donde una abrumadora mayoría de la
clase trabajadora era campesina e indígena, el socialismo no podía vivir de
espaldas a esta realidad y, además, esta identificación otorgó al campesinado
peruano, en su mayoría indígena, como ya se ha apuntado, un gran protagonismo
político y social que influiría en los acontecimientos que tendrían lugar en
Perú a partir de ese momento.
Durante
las décadas de los años 30 y 40 las acciones de los campesinos estuvieron
ligadas, bien al Partido Aprista Peruano (PAP) o bien al Partido Comunista
Peruano (PCP), que incorporaron a sus programas las reivindicaciones
campesinas, lo que permitió a los campesinos aunar sus reivindicaciones con las
de los obreros.
La
llegada al poder de Luis Bustamante (1945-1948), apoyado por el movimiento
aprista, permitió la legalización de sindicatos agrarios y comunidades
campesinas, lo que facilitó también un aumento considerable de la movilización
campesina, tanto en la Costa como en la Sierra, produciéndose huelgas e
invasiones de tierras. Esta situación desembocaría, de nuevo, en la
reinstauración de un sistema autoritario, con la llegada al gobierno del
general Odría (1948-1956). Aunque al principio de su mandato las movilizaciones
campesinas se redujeron, a partir de 1950 se reanudarían, con invasiones de
haciendas, que supondrían en la práctica la recuperación de las tierras que
anteriormente habían sido arrebatadas a los indígenas. En estas circunstancias,
la influencia de la revolución cubana (1959) reforzó la presencia del marxismo
dentro del movimiento campesino.
Desde
principios del siglo XX se había ido forjando la idea de la necesidad de llevar
a cabo una reforma agraria. El gobierno democrático de Manuel Prado (1956-1962)
aprobó la elaboración de un proyecto de reforma agraria, para lo que nombró una
comisión, aunque finalmente no llegaría a ponerla en marcha. El sucesor de
este, Fernando Belaunde (1962-1968), que también se había comprometido a
hacerlo, tampoco llegaría a ponerla en marcha, lo que produjo, nuevamente,
reacciones sociales y revolucionarias del campesinado, como las guerrillas del
MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) o el ELN (Ejército de Liberación
Nacional).
Finalmente,
como tantas veces, ante esta situación de inestabilidad social, se produjo el
retorno a un gobierno autoritario, en este caso el de Velasco Alvarado
(1968-1975) que, curiosamente, llevaría a cabo el proceso de reformas sociales
y económicas más importante y radical de la historia peruana, sólo comparable a
la reforma agraria cubana, con la promulgación de la Ley de Reforma Agraria de
1969.
SITUACIÓN DEL CAMPESINADO
PERUANO A MEDIADOS DEL SIGLO XX.
Una vez
que la burguesía criolla se liberó del control político español, estableció
relaciones de intercambio con los países europeos industrializados. Estas
relaciones de intercambio tienen dos vertientes, por un lado, los países
industrializados venden el sobrante de su producción y compran materias primas
y productos agrícolas peruanos; y, de otro lado, el sector urbano peruano
utiliza los excedentes en la compra de artículos de lujo para las clases altas.
Esto tiene como consecuencia que mientras que el excedente de producción
europeo se reinvierte en la industria, el excedente de producción agrícola
peruano se utiliza en la compra de artículos de lujo, lo que impide la
modernización de la agricultura peruana.
En
estas circunstancias, el continuo crecimiento industrial europeo conlleva,
inevitablemente, que la economía peruana no pueda responder a las exigencias de
sus demandas, por lo que los europeos deciden invertir directamente en Perú
para asegurarse la disposición de las materias primas que necesitan, lo que
produce, entre otras consecuencias, que
los centros agrícolas de la costa, mejor situados y más productivos, sean
adquiridos por sociedades europeas y utilicen las nuevas y mejores técnicas de
producción europeas.
Mientras
el campesinado indígena suministra productos alimenticios a las ciudades, las
haciendas dedican su producción a la exportación y las comunidades comienzan a
consumir productos de la industria europea. La población indígena depende cada
vez más del mercado, pero no de forma colectiva, sino individual, lo que
conduce a la privatización de los campos de cultivo y a que su control por
parte de las autoridades sea complejo. La privatización produce que las
comunidades se desarrollen de forma desigual, en función del control al que son
sometidas por parte de los gobiernos comunales, formándose comunidades de
clases y cooperativas.
Las
haciendas también se desarrollan de forma diferente en función de las
condiciones naturales y los medios de transporte que permiten la exportación,
cuando estas son favorables, se tiende al monocultivo y al trabajo asalariado,
como es el caso de las plantaciones en los valles de la costa, dedicadas al
cultivo del algodón y de la caña de azúcar, pero cuando no lo son, como ocurre
en la sierra, se mantienen las relaciones de producción coloniales, donde la
baja productividad hace que las haciendas paguen a sus asalariados
permitiéndoles cultivar parte de sus tierras para su subsistencia.
Además
de los grupos anteriores, existe otro grupo que se dedica al cultivo de
tierras, las pequeñas empresas familiares, que tampoco crean puestos de
trabajo. Esta situación conlleva que se vaya formando un grupo social que no
está asociado al sistema económico, que será protagonista de las
reivindicaciones que se producirán en la sociedad peruana desde mediados del
siglo XX.
Por
otra parte, el mercado llega a alcanzar en la sociedad una posición casi
universal en la regulación de sus relaciones, con las excepciones en el campo
de las relaciones entre hacendados y colonos en la sierra y las relaciones de
ayuda mutua en las comunidades indígenas. Sin embargo, estas relaciones no
están fijadas por la oferta y la demanda, sino por el deseo del sujeto
económico más fuerte, el industrial, que solamente está limitado por las
expectativas de subsistencia del más débil, es decir, el campesino.
Como consecuencia de lo anterior, los
productos industriales están más valorados que los agrarios, cuya productividad
depende tanto del grado de tecnificación como de las condiciones naturales de
la producción. Además, la industria peruana, aun siendo el sector económico más
importante, no es capaz de absorber, ni tan siquiera, la mano de obra urbana.
En
definitiva, el campesinado peruano se encuentra en una situación límite, en la
que el sistema de intercambio que se utiliza contribuye a acentuar, aumentar y
perpetuar las desigualdades sociales y económicas de los campesinos.
LEY DE REFORMA AGRARIA DE 1969.
EFECTOS Y CONSECUENCIAS.
Ante
esta situación del campesinado, el gobierno autoritario de Velasco Alvarado,
que llegó al poder en 1968, promulgó al año siguiente la Ley de Reforma Agraria
(1969), cuyo periodo más importante llegaría hasta el final de su mandato
(1975), en el que se realizó el reparto de tierras a las cooperativas
campesinas.
La
intención última de esta Ley de Reforma Agraria era conseguir el desarrollo de
toda la sociedad peruana a partir del desarrollo de las fuerzas productivas,
entre las que sobresalía el campesinado por su bajo nivel de tecnificación y su
baja productividad.
Los
propósitos de la reforma eran, principalmente, desarrollar el campesinado como
fuerza productiva; crear un nuevo grupo, el campesino medio, que consume los
productos de la industria urbana; traspasar el excedente del campo para
capitalizar la industria urbana; y reducir las tensiones sociales que existían
en el sector agrario.
Las
reformas más importantes que se adoptan son las siguientes: control del
comercio exterior y de los flujos de capitales para generar capital dentro del
país, nacionalización de amplios sectores de la economía y planificación del
proceso económico, el traspaso de la propiedad de la tierra que no se trabaja a
grupos que la trabajen, reformas de la educación para que los grupos sociales
cumplan con su función en el proceso económico, reformas en el sistema de
asociacionismo político para evitar enfrentamientos clasistas.
Con la
transformación de las plantaciones de la costa en complejos agroindustriales,
que pasan a ser propiedad de los trabajadores, se consigue capitalizar la
industria urbana, ya que lo que los trabajadores pagan al Estado por la
utilización de las nuevas tierras, el Estado lo entrega a los antiguos
propietarios de dichas tierras, que deben invertir lo recibido en la industria
urbana.
Junto a
las haciendas de la sierra con un desarrollo técnico alto, se crean sociedades
agrícolas de interés social, que agrupan a las comunidades campesinas con bajo
nivel de desarrollo técnico que se encuentran a su alrededor, lográndose así el
desarrollo de esas comunidades campesinas por medio de la participación en la
antigua hacienda.
Las
haciendas que mantienen relaciones de producción coloniales con alto nivel de
tecnificación, pueden continuar en propiedad de su dueño, pero con la
obligación de que hagan participar de la misma a sus trabajadores.
En el
caso de las haciendas de este tipo con un bajo nivel de tecnificación, son
traspasadas directamente a los antiguos colonos, mientras que los dueños son
obligados a trasladarse al sector industrial urbano.
Sin
embargo, aunque el paso del latifundio a la cooperativa favoreció a los
campesinos de las cooperativas de la costa, más tecnificadas, en el caso de las
cooperativas de la sierra, menos tecnificadas, los beneficios para los campesinos
fueron muy limitados.
CONCLUSIONES FINALES. SITUACIÓN ACTUAL.
La Ley
de Reforma Agraria de 1969 es otro claro ejemplo del intento gubernamental
legislativo que emprenden los países, como es el caso que nos ocupa, para mejorar las condiciones de vida de los
estratos más desfavorecidos de la sociedad, aunque la realidad en términos
económicos de coste/beneficio, en numerosas ocasiones no consigue su objetivo.
Evaluar
la repercusión de la Ley de Reforma Agracia en el Perú de la actualidad, no
puede realizarse sin analizar y tener en cuenta otros factores socioeconómicos,
como por ejemplo, problemas endémicos y estructurales de Perú que nunca ha
conseguido superar, su orografía, la renta per cápita del país, el
despoblamiento e inaccesibilidad de muchas de sus regiones y la afectación por
la crisis económica a nivel mundial.
En Perú
existen en la actualidad más de seis mil comunidades campesinas, la mayoría de
ellas en la sierra, cuya población, que supone el cuarenta por ciento de la
población rural peruana, se encuentra, aún hoy, en los umbrales de la pobreza.
Los problemas más importantes del campo peruano, como son el desarrollo
desigual de la población y el bajo nivel de producción, continúan sin
solucionarse y, además, la reforma agraria tan sólo benefició a un escaso
treinta por ciento de las familias rurales, convirtiéndose el resto en
trabajadores asalariados o marginales. Además, la población rural desempleada
no ha podido ser absorbida por otros sectores productivos, lo que ha producido
que en la actualidad exista alrededor de un cincuenta por ciento de
desocupación.
En
definitiva, la Ley de Reforma Agraria de 1969, que se llevó a cabo
principalmente en la costa y en la sierra, no terminó con las desigualdades
sociales existentes entre el campesinado peruano pero, al menos, consiguió
atenuarlas; tampoco logró resolver la dependencia externa del país, pero
estableció los cimientos para una economía menos dependiente, mediante el
desarrollo de las fuerzas de producción y la capitalización de país. Aunque
esta ley es un ejemplo de que en ocasiones los gobiernos legislan para
favorecer y mejorar las condiciones de
vida de las personas a las que gobiernan, los gobernantes que llegaron al poder
tras el de Velasco Alvarado no aprovecharon la beneficiosa tendencia que las
reformas de esta ley habían supuesto en el campesinado peruano, beneficios que
ahora, todos los peruanos añoran.
Bibliografía
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