viernes, 28 de abril de 2017

EL GRAN MEMORIAL. CONDE-DUQUE DE OLIVARES


Cuando Felipe IV accedió al trono de Castilla, ésta se encontraba sumida en una profunda crisis económica, con una Hacienda Real endeudada y con un déficit crónico. En esta situación, se hacía necesario poner en marcha urgentes reformas encaminadas a la recuperación económica. Estas reformas eran reclamadas con urgencia por la Corte y la sociedad castellana. Sin embargo, al mismo tiempo que se reclamaban estas medidas reformadoras, también se añoraba la gloria y prestigio que vivió la Monarquía Hispánica en tiempos de Felipe II, que se habían perdido, en gran parte, durante la pacífica etapa de Felipe III. Por lo tanto, el deseo castellano era recuperar la economía, pero también el esplendor de antaño, tareas que parecían muy difíciles de compaginar.[1]

Hay que tener en cuenta que Castilla era el “corazón” económico y social de la Monarquía Hispánica, por lo que la crisis castellana repercutía en toda la Monarquía.

En este contexto aparece en escena el valido Don Gaspar de Guzmán y Pimentel, conocido como el Conde-Duque de Olivares, que puso en marcha un programa político cuyos objetivos eran lograr la restauración y recuperar la reputación perdida. Se trataba, por un lado y a nivel interno, de recuperar la autoridad y la grandeza real, y, por otro lado y a nivel externo, de defender los intereses de la Monarquía Hispánica y la recuperación del prestigio perdido como consecuencia de la Pax Hispánica.[2]



El programa político de Olivares, conocido como “Reformación”, que traería consigo las Juntas y los Artículos de Reformación y era apoyado por un cierto sector de la sociedad castellana, promovía políticas: de austeridad (reducción de personal, creación de leyes suntuarias, sustitución de la gola o gorguera por la golilla,…); de población (incentivación de la nupcialidad y la natalidad, ayuda a los huérfanos,…); de finanzas (creación de bancos públicos para dar créditos a bajo interés, sustitución del impuesto de millones por tropas,…); y contra la corrupción (se intenta acabar con la corrupción que estaba asentada en la Corte castellana desde la llegada del Duque de Lerma).[3]

En teoría, todas estas actuaciones deberían haber traído la recuperación de Castilla, pero su aplicación resultó ser un estrepitoso fracaso.

El gran problema era que la Monarquía Hispánica tenía demasiados frentes abiertos y los territorios peninsulares no daban suficiente para atenderlos a todos.

En este ambiente reformista, en 1624 el Conde-Duque remitió a Felipe IV una instrucción secreta, al estilo de las remitidas en su día por Carlos V a Felipe II, conocida como Gran Memorial, en la que animaba al rey a llevar a cabo ciertas actuaciones en los territorios no castellanos de la península, con la intención de conseguir un Estado peninsular homogéneo y unificado, ya que en estos momentos la Monarquía Hispánica continuaba siendo una monarquía polisinodial, con diferentes reinos, Cortes,…[4]

En el Gran Memorial, el Conde-Duque proponía al rey tres caminos para llegar a la unificación de la península en un Estado homogéneo:

El primero consistía en facilitar la participación de los naturales de los distintos reinos en los oficios y dignidades de Castilla, promoviendo a su vez los matrimonios mixtos.

El segundo y el tercero, relacionados con el uso de la fuerza, consistían en utilizar el ejército para negociar desde una posición de fuerza, o para ayudar a sofocar una revuelta popular, previamente instigada, durante la celebración de Cortes.[5]

El objetivo de Olivares era trasladar el sistema político castellano al resto de reinos peninsulares, ya que en Castilla los reyes siempre habían gozado de mayor apoyo, mientras que en el resto de reinos las dificultades siempre fueron mayores. El objetivo que se perseguía era conseguir un país más homogéneo y más fuerte, al estilo de las monarquías absolutas que ya empezaban a emerger en otros países europeos.

Con estas medidas, no sólo se lograría la integración institucional, sino también la integración social. Además, en estos momentos de crisis económica, Castilla necesitaba la colaboración del resto de reinos peninsulares. En este sentido, cabe señalar que una de las medidas más importantes llevadas a cabo fue la Unión de Armas, que se creó con el objetivo de integrar a todos los reinos peninsulares en los proyectos políticos y militares de la Monarquía Hispánica, ya que hasta ese momento sólo se podían reclutar tropas en  Castilla para participar en operaciones bélicas fuera de su territorio. Esta medida se acepta a regañadientes en Aragón y en Valencia, pero no en Cataluña.

Como conclusión, cabe decir que aunque las medidas que proponía el Conde-Duque eran de sentido común y los objetivos que éstas perseguían eran loables, la realidad es éstas no fueron aplicadas ni en el momento ni en la forma adecuados, por lo que resultaron ser un fracaso. Es sintomático que a pesar del tiempo empleado en las reformas por el Conde-Duque, su único logro fuera sustituir la gola por la golilla.[6]





[1] Alfredo Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, (editorial Ariel), 487.
[2] Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, 488.
[3] Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, 491.
[4] Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, 492.
[5] Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, 493.
[6] Floristán (Coord.). Historia de España en la Edad Moderna, 496.



Licencia de Creative Commons



No hay comentarios:

Publicar un comentario