INTRODUCCIÓN.
Luis XIV (1638-1715), rey de
Francia entre 1643 y 1715, inicia su reinado personal a partir de 1661, tras la
muerte del Cardenal Mazarino, quien había sido su educador durante la regencia
de su madre, Ana de Austria, y posteriormente su valido.
Luis XIV era nieto, hijo y esposo de españoles, por lo que era muy consciente de que debía reclamar para sí o para su descendencia la corona hispánica. Estos derechos sucesorios del rey francés y la posibilidad de que el rey de España muriera sin hijos motivaron que entre 1660 y 1700 (finales del reinado de Felipe IV y durante el reinado de Carlos II), Luis XIV diera una gran importancia a sus relaciones con la monarquía hispánica y pusiera en marcha la maquinaria diplomática francesa camino de Madrid, con la intención de recabar información sobre el gobierno español, el país, las personalidades más relevantes, el estado de ánimo de los cortesanos y del público en general, y averiguar qué opinión se tenía en España del rey francés, y utilizar dicha información para mejorar la opinión que los súbditos españoles tenían del rey francés.
Luis XIV era nieto, hijo y esposo de españoles, por lo que era muy consciente de que debía reclamar para sí o para su descendencia la corona hispánica. Estos derechos sucesorios del rey francés y la posibilidad de que el rey de España muriera sin hijos motivaron que entre 1660 y 1700 (finales del reinado de Felipe IV y durante el reinado de Carlos II), Luis XIV diera una gran importancia a sus relaciones con la monarquía hispánica y pusiera en marcha la maquinaria diplomática francesa camino de Madrid, con la intención de recabar información sobre el gobierno español, el país, las personalidades más relevantes, el estado de ánimo de los cortesanos y del público en general, y averiguar qué opinión se tenía en España del rey francés, y utilizar dicha información para mejorar la opinión que los súbditos españoles tenían del rey francés.
LOS NEGOCIOS DE LUIS XIV EN MADRID.
Para llevar a cabo esta tarea
diplomática, Luis XIV envió a Madrid a varios de sus colaboradores,
eclesiásticos y militares pertenecientes a la nobleza francesa, entre los que
se encontraban el arzobispo d’Embrun, el obispo de Béziers, el marqués de
Villars, el conde de la Vauguyon, el marqués de Feuquières, el conde de Rebenac
y el marqués d’Harcourt. La información que recababan era inmediatamente
remitida a París, donde era utilizada para elaborar estrategias futuras.
La principal negociación que
llevaron a cabo estos embajadores fue convencer a los españoles para que
apoyasen, o al menos que no se opusieran, a que un Borbón ocupase la corona
hispánica si finalmente Carlos II, como
parecía, moría sin hijos. La intención de Luis XIV con estas negociaciones era
lograr sus objetivos, de forma pacífica, consciente de las dificultades de
convencer a los españoles por otros medios. Para ello, los embajadores
utilizaron tres mecanismos: la conversación, el ceremonial y otras maniobras
que podríamos calificar como “dudosas”.
Los embajadores franceses que
llegaban a España dominaban el arte de la palabra, necesario para crear
confianza y una buena opinión entre los cortesanos españoles. Para ello,
promovían recepciones, fiestas y comidas en su residencia, a la que invitaban a
los cortesanos españoles y al propio rey; hacían regalos para ganarse su
amistad; utilizaban a sus esposas para llegar con mayor facilidad a las
cortesanas españolas,…, con el objetivo de crear un clima de confianza y
recabar información sobre España.
El ceremonial era otro mecanismo
utilizado por los embajadores franceses. Se trataba de un código de
comportamiento al que los embajadores debían ceñirse y que les permitía, de una
forma muy simbólica pero efectiva, representar a su señor y sus intereses. Una
de las reglas de este ceremonial consistía en ceder el paso a los embajadores
franceses, como forma de mostrar la preeminencia hegemónica de Luis XIV, lo que
provocó algunos altercados con sus homónimos españoles.
Los embajadores franceses, como
representantes en Madrid de su monarca, debían mostrar gran prestigio y
ostentación, que simbolizaban el poder y riqueza de su señor, con el fin de
obtener la estima pública entre los españoles y facilitar su estrategia.
Otras maniobras “dudosas” o
medios indirectos utilizados por los embajadores eran la difusión de panfletos
y grabados, regalos y sobornos, la influencia a través de otros,…
En este último caso, conociendo
la religiosidad del rey católico, Luis XIV utilizó a los eclesiásticos
franceses para ganarse la confianza de los cortesanos españoles, con el
objetivo de llegar, a través de ellos, a los miembros del gobierno español.
CONCLUSIÓN.
Durante el reinado de Carlos II la Monarquía
Hispánica se encontraba en plena decadencia, lo que se apreciaba tanto en el
exterior, con la continua pérdida de territorios, como en el interior, con una
Administración obsoleta y una Hacienda incapaz de hacer frente a las obligaciones
económicas que tenía la Monarquía.
En estas circunstancias y conocedor de esta
debilidad frente a Francia, Carlos II se limitó a ser mero espectador de los
negocios que los embajadores de Luis XIV realizaban en Madrid, salvo cuando
éstos sobrepasaban lo estrictamente político, como ocurrió con la influencia
“excesiva” que la marquesa de Villars ejerció sobre la reina Mª Luisa de
Orleans que, acostumbrada a libertad de la corte francesa, no se encontraba a
gusto en la rigidez de la corte española de los Habsburgo.
El trabajo de los embajadores de Luis XIV para
mejorar la opinión que los españoles tenían de Francia, no consiguió convencer
a todos pero, sin duda, mejoró esta opinión. Cuando Carlos II murió sin
descendencia, declaró como su heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, se
desencadenó la guerra de la Sucesión. Los españoles, enemigos históricos de Francia,
nunca hubieran aceptado un monarca francés, sin el buen trabajo realizado en la
corte castellana por los embajadores de Luis XIV.
Bibliografía
Floristán,
Alfredo. Historia Moderna Universal. Barcelona: Ariel, 2002.
Álvarez
López, Ana. «Los negocios de Luis XIV en Madrid: La acción de sus embajadores
en la corte madrileña.» Revista de Historia Moderna, nº 25, 2007: 179-205.
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