Auguste
Rodin (1840-1917) es uno de los más grandes escultores de todos los tiempos. Su
obra sorprende por su fuerza expresiva, su perfección técnica y su naturalidad,
lo que le supuso las críticas de los escultores tradicionales, más apegados a
la idealización clásica. Renovó el concepto de modelado, jugó con los efectos
de la luz en las superficies de sus esculturas, elevó la figura humana a un
nuevo modo de expresar la vida, la pasión y el movimiento, atendiendo
exclusivamente a su sentimiento de la naturaleza y a su libertad expresiva.
Rodin es considerado como el primer escultor moderno, y su talento artístico se manifestó desde muy joven aprendiendo a dibujar. Más tarde, como escultor, trabajó todos los aspectos del oficio: sacapuntista, tallista y orfebre, aunque el modelado era la tarea en la que se sentía más cómodo, era un escultor del barro.
Rodin es considerado como el primer escultor moderno, y su talento artístico se manifestó desde muy joven aprendiendo a dibujar. Más tarde, como escultor, trabajó todos los aspectos del oficio: sacapuntista, tallista y orfebre, aunque el modelado era la tarea en la que se sentía más cómodo, era un escultor del barro.
El
modelado consiste en añadir materia blanda, rectificando con las manos conforme
se va añadiendo o quitando barro, es un trabajo silencioso y suave. Rodin era
un genio en el modelado, trabajaba el barro como el que dibuja, de manera
espontánea y con gran rapidez, de forma natural, hundiendo sus dedos en el
barro para definir las formas y dejando una superficie irregular que,
trasladada al bronce, servía para producir efectos de luces y sombras. El
resultado era una obra muy personal y original.
El
primer paso, tanto si la escultura estaba destinada para bronce o para mármol,
era hacer un pequeño boceto de barro. Rodin hacía varios bocetos y finalmente
elegía uno de ellos, del que sus ayudantes hacían una copia en escayola a
tamaño natural, o más grande y, a partir de ese molde en escayola, se hacía la
fundición en bronce o se llevaba al mármol, mediante el sacado de puntos. Posteriormente,
al fraguar el yeso en su interior, el molde queda marcado con el negativo de la
figura inicial de barro. Al desmoldar y quitar la pieza inicial de barro, se
introduce yeso líquido en su interior, y éste adopta la figura que el molde
tiene impresa. Cuando Rodin decidía llevar esa figura a dimensiones definitivas
y a un material resistente, como el mármol, las medidas de la copia en yeso de
la figura inicial en barro, fuera al mismo tamaño o ampliando sus dimensiones,
se llevaban al bloque de mármol mediante el sacado de puntos, tarea ésta que
era realizada por los sacapuntistas. Teniendo en paralelo el molde de escayola y
el bloque de mármol, las medidas del molde se llevaban al mármol mediante tres
compases especiales curvados, con punta de acero. Las primeras medidas se toman
de las partes más salientes y darán la máxima altura, anchura y profundidad de
la pieza, y las siguientes en tamaño irán situando sobre el mármol los puntos
del relieve y el volumen, de forma que, labrando progresivamente, se llega a la
forma final. El modelo queda ahora lleno de pequeños puntitos y, cuando se ha
terminado el labrado, se depuran formas, relieves y rehundidos, creando los
detalles y puliendo la superficie hasta conseguir, siempre a gusto de Rodin, la
escultura definitiva.
Rodin
conservaba escayolas y moldes que luego reutilizaba en futuras esculturas. Creaba vida, movimiento interior, impulso y
pasión, pero el objeto principal de su reflexión, estudio y admiración, era la
figura humana, que una vez terminada parecía que fuera a ponerse en movimiento.
Al modelar, Rodin tenía que idear un
modelo con forma tridimensional y para ello, en el proceso con el barro sobre
su caballete giratorio, a medida que moldeaba iba girando la escultura para
comprobar la coherencia del volumen. La luz también era muy importante, Rodin
trabajaba con la luz detrás de la figura, lo que hacía que se marcasen los
contornos de los músculos, sobre los que añadía o quitaba barro
convenientemente. La luz, por lo tanto, le proporcionaba la visión de las
formas.
Rodin contemplaba primero desde arriba su figura comparándola con el modelo, y luego lo hacía desde abajo, buscando todos los perfiles y salientes, que encontraba gracias a la luz. Además, trabajaba a la perfección los planos, es decir, las superficies, sus calidades, sus irregularidades y sus formas de curvarse y de tornearse creando volumen. Estudiaba las superficies de los cuerpos reales, lisas, rugosas,…, transmitiendo la energía interna del músculo en movimiento o, en su caso, la suavidad del reposo. Rodin sacaba el máximo partido a los contrastes de texturas, y terminaba sus esculturas de forma que la luz resbalase por el mármol, aunque otras de sus esculturas parecen surgir del bloque de mármol, como ocurre con “La mano de Dios”.
Rodin contemplaba primero desde arriba su figura comparándola con el modelo, y luego lo hacía desde abajo, buscando todos los perfiles y salientes, que encontraba gracias a la luz. Además, trabajaba a la perfección los planos, es decir, las superficies, sus calidades, sus irregularidades y sus formas de curvarse y de tornearse creando volumen. Estudiaba las superficies de los cuerpos reales, lisas, rugosas,…, transmitiendo la energía interna del músculo en movimiento o, en su caso, la suavidad del reposo. Rodin sacaba el máximo partido a los contrastes de texturas, y terminaba sus esculturas de forma que la luz resbalase por el mármol, aunque otras de sus esculturas parecen surgir del bloque de mármol, como ocurre con “La mano de Dios”.
Como
conclusión, Rodin es un artista que trabaja el barro como nadie, creando con
sus propias manos obras que pareciera que tienen vida. Como se ha dicho, las
luces y las sombras contribuyen a aumentar la expresividad, dinamismo y
vitalidad de sus obras, como es el caso
de “El beso” (mármol) o “El pensador” (bronce). En esta última
obra, aparece un hombre en estado pensativo, pero no en calma; se trata de un
hombre preocupado y sus músculos reflejan una tensión procedente del gran
esfuerzo interior que está realizando, tal que parece que fuera a ponerse en movimiento
en cualquier momento. Además, su expresión es también de preocupación. En el
caso de “El beso”, aparecen dos
amantes con los cuerpos desnudos y entrelazados en una situación íntima. Se
aprecia también en esta obra un gran trabajo de luces y sombras, así como dos
partes, por un lado los amantes, en mármol pulido, y la roca, en mármol sin pulir.
Bibliografía
Thyssen-Bornemisza, Fundación Museo. Las técnicas
artísticas, Siglo XIX, Auguste Rodin, pág. 59-65. Madrid: Editorial Akal,
2005.
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