Antes
de comenzar, cabe reseñar que, aunque al principio Husserl estaba influido por
el psicologismo, defendido entre otros por su maestro Brentano y Stuart Mill, pronto
lo abandonó. El psicologismo consistía en pensar los actos mentales como
subjetivos y empíricos, lo que suponía dejar fuera la existencia de una verdad
objetiva y, por tanto, el conocimiento de la misma.
Para
Husserl la lógica objetiva dependía de las condiciones a priori del pensamiento
y de los juicios, es decir, no dependía de la experiencia. Husserl pensaba que
el psicologismo confundía las leyes lógico-matemáticas con su propio contenido;
sin embargo, estas ciencias son teóricas y las leyes no son sino sus derivadas.
Como
consecuencia, según Husserl la psicología no puede ser superior a la lógica, ya
que no puede proporcionar los fundamentos a priori de todo juicio posible.
El razonamiento
de una verdad objetiva, válida al margen de las observaciones empíricas, supone
el inicio de la fenomenología, que Husserl convertiría en el método más adecuado
para hacer de la filosofía una ciencia más “científica” y rigurosa.
La
fenomenología explicaría los posibles modos en que un contenido ideal podría
corresponderse con la experiencia que lo validaría como tal. Por lo tanto, una
fenomenología de la percepción estudiaría las condiciones posibles en las que
podría darse el conocimiento sensible; y una fenomenología de la acción
estudiaría los modos en los que se podría validar la moralidad de una
determinada acción. El estudio de los
distintos modos a priori en los que se nos pueden dar a conocer los objetos
debe corresponderse con la existencia de dichos objetos al margen de la
experiencia; así, el estudio de un juicio moral no vale únicamente para una
acción determinada, sino que debe servir para cualquier juicio moral posible
que tenga su misma forma.
Por lo
tanto, el conocimiento que se alcanza del juicio moral no es empírico, objetivo
ni experimental, sino subjetivo y trascendental: el estudio fenomenológico de
Husserl debe alcanzar la forma posible, es decir, la esencia, más allá de su
manifestación empírica concreta. Lógicamente, para conocer una esencia debemos
tener un conocimiento universal de ella, un conocimiento tal que nos permita
distinguir sus características propias, en esencia, de una manifestación
concreta de su forma general.
Otro
concepto clave en Husserl es la intencionalidad, que es la propiedad básica de
la conciencia, es decir, todo acto de conciencia tiene un contenido y, por lo
tanto, no existe ningún acto mental sin contenido. La intencionalidad es lo que
permite a Husserl romper con el psicologismo, porque ese contenido intencional
se corresponde, como es lógico, con un acto mental: “El juicio, la
valoración, la pretensión, no son experiencias vacías que la conciencia tiene,
sino experiencias compuestas de una corriente intencional”.
Como en
Kant, en Husserl estos contenidos intencionales son objeto de la lógica pura, que
estudia los contenidos que tienen un sentido y cómo éstos pueden articularse.
Mi
posición sobre este particular, como buen humanista, es que la ciencia, y en
particular la filosofía, deben buscar un fundamento trascendental a priori, es
decir, un fundamento sobre el que se puedan explicar las existencias particulares
desde un discurso lógico a priori que permita, prescindiendo de lo particular,
establecer criterios generales que puedan explicar todos los fenómenos particulares
que tienen una misma forma. En este sentido, entiendo que los sistemas
lógico-formales, por ser universales, deben servir para explicar tanto los
fenómenos generales como los particulares.
La
reducción a la esencia, que Husserl utilizó como objetivo de su
fenomenología, significa, al fin y al
cabo, desnudar lo universal quitándole los ropajes particulares y, desde ese
universal, ahora despojado de lo particular, se deben establecer los criterios
generales que fundamenten y expliquen los fenómenos y las existencias particulares.
Estamos,
por lo tanto, ante dos métodos de conocer diferentes. Por un lado, el
conocimiento a priori, que es el método propio de la filosofía, que busca conocer
los fundamentos trascendentales para explicar las existencias particulares y,
por otro lado, el conocimiento a posteriori, que es el método propio de las
ciencias, que busca conocer las existencias particulares a partir de la
observación empírica, de la experiencia, de la observación, para explicar
también las existencias particulares.
Hay que
tener en cuenta que en la fenomenología de Husserl, los fenómenos necesitan ser
liberados, desnudados o purificados mediante la reducción hasta llegar a su
esencia última y, de esta forma, dichos fenómenos pueden ser conocidos por nuestra
conciencia trascendental: “El mundo nace en nosotros, como Descartes hizo
reconocer, y dentro de nosotros adquiere su influencia habitual”.
En
realidad, el mundo de Husserl no era tan diferente del nuestro o, al menos,
según sus propias palabras, estaba tan necesitado de ciencia filosófica como el
nuestro y, como nosotros, anhelaba una sociedad más idealista y menos
positivista: "Pienso que nuestra
época es grande por su vocación. Sólo adolece del escepticismo que destruyó los
viejos discutidos ideales. Y por eso sufre por la falta de desarrollo y escasa
fuerza de una filosofía poco avanzada e insuficientemente científica como para
poder superar el negativismo escéptico -que se llama a sí mismo 'positivismo'-
mediante el verdadero positivismo. Nuestra época solo quiere creer en
'realidades'. Su más fuerte tarea es la ciencia; por ello, la ciencia
filosófica es lo que más necesita nuestra época.”
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