INTRODUCCIÓN:
El
concepto de la naturaleza, del dominio de la naturaleza, es fundamental en la
filosofía de Bacon, porque a partir de esta idea cimenta todo su pensamiento
filosófico. Para Bacon, el conocimiento de la naturaleza es necesario para
llegar a dominarla, para que, de esta forma, el ser humano reine sobre la
naturaleza y pueda utilizarla para sus fines: “Solo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos”. Pero este
conocimiento de la naturaleza no llegará de cualquier manera, sino que se
obtendrá a partir de un método científico, utilizando en este caso la
observación y la experimentación. Por ello en las páginas siguientes analizaré
en detalle su obra maestra, Novum organum.
Antes
de comenzar esta exposición es relevante señalar que Francis Bacon (1561-1626),
es un filósofo y político inglés que ingresó a una edad muy temprana en
la Universidad de Cambridge y
permaneció en el Trinity College hasta 1575. Fueron años en los que el joven
filósofo, que aprendió los fundamentos de la filosofía aristotélica, terminó por convencerse de que la
filosofía tradicional estaba ya desfasada y
debía ser superada. A partir de 1579 comenzó su carrera política que viéndose favorecida por la subida al
trono del rey Jacobo I en 1603.
Francis Bacon será nombrado Lord Canciller en 1618 con el título de barón de
Verulam. El filósofo compaginará a partir de entonces su intensa actividad
política con su magno proyecto enciclopédico, la Instauratio Magna,
llamada a sustituir, según él mismo, el Organon aristotélico. Sin
embargo, su carrera política se verá truncada en 1621 por graves acusaciones de
corrupción. Los últimos cinco años de su vida los pasará dedicado por completo
a coronar su trabajo intelectual. Entre sus obras, hay que destacar las
siguientes: Ensayos (1597), obra que se convirtió pronto en un
clásico por sus reflexiones sobre la vida moral y política; Temporis Partus
Masculus (1602), obra muy crítica con la filosofía antigua; De
interpretatione naturae proemium (1603), en donde se exponen las
líneas principales de su reforma cultural; Cogitata et visa (1607),
Novum organum o instrucciones acerca de la interpretación de la naturaleza
(1620); De sapientia Veterum (1609), en la que interpreta los mitos
antiguos para presentar su nueva filosofía; un conjunto de obras sobre historia
natural entre las que se pueden destacar: Historia ventorum (1620),
Historia naturalis (1622); Historia vitae et mortis (1623); Sylva
Sylvarum, publicada póstumamente (1627); Nueva Atlántida (1623),
que aunque publicada también póstumamente en 1627, es una obra utópica en la
que se anuncia la idea de una sociedad científica y tecnificada.
EL
PUNTO DE PARTIDA: EL CONOCIMIENTO DE LA NATURALEZA.
Para
Bacon la ciencia de la Antigüedad y los métodos empleados para llegar al
conocimiento no eran los adecuados y por ello plantea romper con la ciencia anterior
y sus métodos; de hecho su obra más importante, Novum organum (1620), fue pensada
para sustituir al Organon
aristotélico, porque para él las enseñanzas de los antiguos eran un impedimento
para llegar al conocimiento científico.
Bacon
parte de la crítica hacia el pensamiento de su época, que se ha dejado llevar
por el conocimiento anterior para llegar a verdades no comprobadas, lo que ha
supuesto un gran perjuicio para las ciencias: “Aquellos que se han atrevido a hablar dogmáticamente de la naturaleza
como de un sujeto explorado, sea que les haya inspirado esta audacia su
espíritu excesivamente confiado o su vanidad y el hábito de hablar
magistralmente, han ocasionado un perjuicio muy grande a la filosofía y a las
ciencias” (Bacon, 1620, Novum organum).
Para
Bacon todo el saber humano que
nos han legado los filósofos
antiguos debe ser en su conjunto completamente olvidado. La condena de Francis Bacon resulta muy
moderna y tiene como pretensión alcanzar un saber universal que nos recuerda mucho al proyecto
cartesiano. La ciencia baconiana tiene como fin primordial el servicio práctico a toda la comunidad científica: “Ved pues que vuestras riquezas son posesión
de muy pocos y que las esperanzas de todos los hombres sean confiadas a solo
seis cerebros (Platón, Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Euclides y Ptolomeo).
Dios nos ha concedido almas racionales para que rindáis a hombres el tributo
que le debéis a vuestro Autor, es decir, la fe que se debe a Dios y a las cosas
divinas, ni os ha otorgado firmes y válidos sentidos para estudiar los escritos
de unos cuantos hombres, sino para estudiar el cielo y la tierra que son obra
de Dios”.
El
papel que desempeña la ciencia,
según Bacon, consiste en otorgar al hombre poder sobre la naturaleza, sin embargo, solo podemos alcanzar ese
dominio sobre ella si la conocemos: “El
hombre, ministro e intérprete de la naturaleza, hace y entiende en la medida en
que haya observado el orden de la naturaleza, mediante la observación de la
cosa o con la actividad de la mente; no sabe, ni puede nada más”.
El
punto de partida de Bacon para llegar al conocimiento será la naturaleza: “El hombre, servidor e intérprete de la
naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos
experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí,
nada sabe ni nada puede” (Bacon, 1620, Novum organum).
Es
necesario encontrar un nuevo método, alejado de los métodos propios de la
Antigüedad, empezando por eliminar los errores que se han cometido, a los que
llamará ídolos: “Los ídolos y las
nociones falsas que han invadido ya la humana inteligencia, echando en ella
hondas raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que la verdad sólo puede
encontrar a ella difícil acceso; y no sólo esto: sino que, obtenido el acceso,
esas falsas nociones, concurrirán a la restauración de las ciencias, y
suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a menos que, prevenidos los hombres, se
pongan en guardia contra ellos, en los límites de lo posible” (Bacon, 1620,
Novum organum).
Bacon
dividirá estos ídolos o errores de los científicos en cuatro tipos: “Hay cuatro especies de ídolos que llenan el
espíritu humano. Para hacernos inteligibles, los designamos con los siguientes
nombres: la primera especie de ídolos, es la de los de la tribu; la segunda,
los ídolos de la caverna; la tercera, los ídolos del foro; la cuarta, los
ídolos del teatro” (Bacon, 1620, Novum organum).
Ídolos
de la tribu, estos errores son los motivados por las
inclinaciones naturales del científico, es decir, tienen su fundamento en la
misma naturaleza del hombre.
Ídolos
de la caverna, son los debidos a la educación que ha recibido
el científico o a su propio carácter individual, es decir, a la naturaleza
individual de cada uno, pues todo hombre lleva en sí cierta caverna en que la
luz de la naturaleza es corrompida.
Ídolos
del foro, son los debidos a las limitaciones que tiene el lenguaje,
ya que en muchas ocasiones el lenguaje con el que se comunican los hombres no
es el adecuado para definir las cuestiones más complejas del conocimiento
humano.
Ídolos
del teatro, son los debidos a aceptar un pensamiento por el único
hecho de que es antiguo. Estos ídolos son los más negativos, son los errores
introducidos en el espíritu humano por los diversos sistemas de los filósofos y
los malos métodos de demostración utilizados, que impiden el avance de la
ciencia.
Sin
embargo, para que la ciencia esté
al servicio del hombre resulta necesario e
indispensable fundar un nuevo
método que pueda “reconducir
a los hombres a los fenómenos particulares, respetando su sucesión y su orden,
de modo que aquellos se vean obligados a renegar durante un cierto tiempo de
las nociones y comiencen a habituarse
a las cosas mismas”.
LA
SOLUCIÓN: EL MÉTODO CIENTÍFICO INDUCTIVO.
Bacon
es muy escéptico respecto a lo que el hombre puede llegar a conocer y lo
expresará en su obra en varias ocasiones: “El espíritu humano se siente
inclinado naturalmente a suponer en las cosas más orden y semejanza del que en
ellas encuentra; y mientras que la naturaleza está llena de excepciones y de
diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud” (Bacon,
1620, Novum organum).
En otra
ocasión, también en relación con el conocimiento humano, llegará a decir: “El espíritu humano, una vez que lo han
reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la
tradición y de la fe que se les presta, se ve obligado a ceder a esas ideas
poniéndose de acuerdo con ellas; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas
sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o
por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es
conservar incólume toda la autoridad de sus queridos prejuicios” (Bacon,
1620, Novum organum).
Para
dar solución a la compleja situación en la que se encontraba la ciencia, Bacon
propone un nuevo método, un método inductivo, es decir, un método que partiendo
del conocimiento de lo particular pueda llegar al conocimiento de lo general.
Lo más importante en Bacon es que cambia la idea de la ciencia y a partir de él
el conocimiento científico dejará de ser solamente un conocimiento teórico para
llegar a ser un conocimiento práctico, que incide en la vida de las personas y
puede llegar a cambiarla: “La formación
de nociones y principios mediante una legítima inducción, es ciertamente el
verdadero remedio para destruir y disipar los ídolos; pero sería con todo muy
conveniente dar a conocer los ídolos mismos. Existe la misma relación entre un
tratado de los ídolos y la interpretación de la naturaleza, que entre el
tratado de los sofismas y la dialéctica vulgar” (Bacon, 1620, Novum
organum).
El
método baconiano, similar al cartesiano, consta dos dimensiones:
Pars destruens, es
decir, eliminar de nuestra mente aquellas nociones falsas o ídolos que han
invadido nuestro intelecto.
Pars construens, es decir, llenar
nuestra mente con aquellas nociones obtenidas del comercio natural de
nuestro intelecto con la realidad.
Pero
antes de proceder a la inducción debemos catalogar las observaciones tomadas
(investigación positiva de la naturaleza) en tres tablas diferentes:
Tabula essentiae et praesentiae: se
trataría de la correspondencia o presencia del hecho con la
causa supuesta.
Tabula declinationis, sive absentiae in próximo: en
este caso, la propiedad estudiada, quitada dicha causa, está ausente y
no se manifiesta.
Tabula comparativa/graduum: la
propiedad estudiada variará creciendo o disminuyendo al verse
modificada la causa.
El objetivo final de este método
inductivo es encontrar la esencia,
fuente de emanación o también llamada verdadera diferencia de la cosa o natura naturante. Se trata de un proceso
en el que el entendimiento está abandonado a su riesgo.
CONCLUSIÓN:
Podríamos
decir que Bacon es un filósofo que, al contrario que sus coetáneos, rompe con
el conocimiento de la Antigüedad para encontrar un método que le permita
conocer la realidad, es decir, la naturaleza, con el fin de, una vez conocida, poder
dominarla y ponerla al servicio del ser humano: “Entre los mismos hombres que cultivaron la filosofía natural, casi no
ha habido, sobre todo en estos últimos tiempos, quien se haya consagrado a su
estudio con inteligencia clara y libre de ulteriores miras, a menos que se cite
por casualidad algún monje en su celda, o algún noble en su mansión”
(Bacon, 1620, Novum organum).
Bacon
es un filósofo empirista y un precursor de la ciencia experimental, que se
anticipa y tiene gran influencia en el conocimiento científico posterior y en
la ciencia moderna: “La mejor
demostración es, sin comparación, la experiencia, siempre que se atenga
estrictamente a las observaciones. Pues si se extiende una observación a otros
hechos que se creen semejantes a menos de emplear en ello mucha prudencia y
orden, se engaña uno necesariamente. Además, el actual modo de experiencia es
ciego e insensato” (Bacon, 1620,
Novum organum).
Para
Bacon “el conocimiento es poder” y su objetivo es dominar la naturaleza para,
una vez transformada, ponerla al servicio del ser humano, es decir, entiende la
verdad como utilidad para el ser humano (utilitarismo). El conocimiento
científico es poder y tiene como fin la tecnología, es decir, la utilidad
práctica de la naturaleza para el ser humano. Se trata, por tanto, de un
pensamiento práctico, utilitarista o finalista, que nos recuerda en este
sentido el pensamiento que plasma Maquiavelo en su obra El príncipe.
Bacon
parte de los sentidos para llegar al conocimiento científico mediante un método
inductivo que tiene como base la observación y la experimentación, y que, por
tanto, llegará al conocimiento de lo general desde lo particular. Se trata de
un método similar al de Descartes, desde el que se destruyen primeramente los
errores del conocimiento, a los que Bacon llamará ídolos, y posteriormente se
reconstruye el intelecto con las verdades conocidas mediante el método inductivo
propuesto: “En cuanto a nuestro método,
es tan fácil de indicar como difícil de practicar. Consiste en establecer
distintos grados de certeza; en socorrer los sentidos limitándolos; en
proscribir las más de las veces el trabajo del pensamiento que sigue la
experiencia sensible”.
Bacon,
iniciador del empirismo, como lo fue Descartes del racionalismo, coincide con
éste en su búsqueda de la verdad, esa verdad que para él es poder, es decir, el
hombre como dominador de la naturaleza, una naturaleza que a partir de este
momento, y hasta nuestros días, con mayor o menor acierto, estará al servicio
del ser humano.
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