INTRODUCCION: CONTEXTO GENERAL DE LA EMANCIPACIÓN.
El
contexto general en el que se produjo la emancipación de los territorios
iberoamericanos respondió a una serie de circunstancias diversas, entre las que
cabe destacar la invasión napoleónica de la Península Ibérica en 1808, hecho
que generó un vacío de poder en las metrópolis que tuvo que ser suplido en los
territorios iberoamericanos y que fue el detonante de los procesos de
emancipación.
Sin
embargo, hubo otras circunstancias, anteriores a la invasión napoleónica, que
influyeron en la emancipación y posterior independencia de estos territorios,
en concreto, la declaración de independencia de Estados Unidos (1776), la
revolución francesa (1789), la independencia de Haití (1804) y las reformas administrativas
y económicas llevadas a cabo por las metrópolis a mediados del siglo XVIII, que
favorecieron el distanciamiento de las oligarquías criollas con respecto a las
metrópolis. Estas reformas liberalizadoras del comercio estaban encaminadas a
impulsar la economía peninsular y consiguieron reactivar el comercio, pero a
partir de la invasión napoleónica la península no era capaz de absorber la
producción indiana y, por otra parte, su escaso desarrollo industrial no le
permitía abastecer al mercado indiano, lo que afectaba negativamente a la
economía de los territorios iberoamericanos, que comenzaron a considerar como
perjudicial la política económica de las metrópolis. En este mismo sentido, la
política agraria de la Corona también deterioró las relaciones con las élites
criollas, especialmente a partir de la Real Instrucción de 1754, que protegía
la propiedad de los indios y, por lo tanto, restaba mano de obra semiesclava a
los terratenientes criollos. La liberalización del comercio a partir de 1778
tuvo como efecto el favorecimiento de los puertos catalanes en detrimento de
los indianos, lo que perjudicó, entre otras, a la industria textil mexicana. El
crecimiento de las ciudades a raíz de la liberalización comercial incrementó la
demanda agrícola y, con ello, el aumento de la población esclava y la
explotación de mano de obra indígena, lo que provocó levantamientos de negros y
pardos.
Además,
la derrota de Trafalgar (1805) dificultó seriamente las comunicaciones y, por
tanto, el comercio, entre la península y los territorios ultramarinos.
Finalmente,
las leyes recogidas en la Constitución de 1812, que abolían los tributos
indígenas y los privilegios jurisdiccionales fueron mal recibidas por las
élites criollas.
La
sociedad estaba compartimentada entre grupos de indios, mestizos, criollos y
españoles de la península, cada uno de ellos con una posición económica
diferenciada.
Este
contexto favoreció, en primer lugar, un proceso de emancipación de los
territorios iberoamericanos, que se desarrolló desde 1809 hasta la derrota de
Napoleón en 1815 y, a continuación, a partir de 1817, un proceso de
independencia de estos territorios con respecto a las metrópolis, que se
caracterizó por la vía revolucionaria y la guerra, y que terminó con la
independencia de Iberoamérica en 1825, salvo Cuba y Puerto Rico.
Estos
movimientos emancipadores y, más tarde, independentistas, no fueron homogéneos,
sino que hubo grandes diferencias entre ellos.
La
emancipación comienza a partir de la invasión napoleónica de la península,
creándose, al igual que en España, juntas locales para asumir el control en
nombre del monarca español Fernando VII. Sin embargo, la situación de colapso
institucional que se vivió en España dejó a los americanos en una situación de
“extraña orfandad” que, poco más tarde, provocaría los procesos
independentistas.
Los
primeros procesos secesionistas nacieron en Buenos Aires, Venezuela y Nueva
España, por distintos motivos, siendo sofocados estos movimientos a la vuelta
al trono de Fernando VII, salvo en Buenos Aires. Pero la llegada del Trienio
Liberal aceleró los procesos emancipadores, con el apoyo de Gran Bretaña y de
Estados Unidos.
Los
procesos independentistas ponen en marcha de verdaderas guerras contra la
metrópoli, bajo el liderazgo de caudillos como Simón Bolívar y José San Martín.
Mientras
tanto, en Nueva Granada los curas Hidalgo y Morelos dieron al proyecto
independentista un contenido igualitario, religioso y nacionalista.
Mención
aparte merece el caso de Brasil, país al que huyó la familia real portuguesa en
1807, y cuando el monarca Joao VI decide volver a Portugal en 1821 su hijo, Don
Pedro, decide quedarse y proclama la independencia de forma totalmente
pacífica.
Se
podría decir que la independencia de los territorios iberoamericanos no fue resultado
del malestar y la reacción anticolonial, sino la consecuencia del colapso que
produjo en las metrópolis la invasión napoleónica. Este colapso propició un
giro radical del proceso desde el autonomismo o autogobierno hasta la
independencia.
Los
movimientos independentistas que se desarrollaron no fueron indigenistas, sino
que estaban dirigidos y promovidos por los criollos, descendientes de
españoles, mientras que los indígenas continuaban confiando en la metrópoli. El
motivo es que los criollos luchaban por hacerse con el poder en los nuevos
estados, mientras que los indígenas, que no aspiraban al poder, veían que su estatus
podría verse perjudicado.
DESARROLLO:
ANÁLISIS DE LAS IDEAS DE SIGNIFICADOS CAUDILLOS.
En la
emancipación y posterior independencia de los territorios iberoamericanos
tuvieron una gran influencia las nuevas ideas ilustradas, así como el
liberalismo. No obstante, en un principio sólo se aceptan los principios de la
Ilustración en sus aspectos intelectuales, científicos y económicos, pero no los
políticos, cuyas ideas son rechazadas. Hay que tener en cuenta que la
Ilustración llega a Iberoamérica a través de España, por lo que estas ideas
llegan, de alguna manera, filtradas. Más tarde, ideas como la soberanía popular
y la democracia influirán decisivamente en la conciencia nacionalista de los
territorios iberoamericanos.
Por
otra parte, las ideas fisiócratas, que defendían la superioridad de la
actividad agrícola sobre cualquier otra, tuvieron también una gran influencia
sobre las élites criollas, ya que su economía estaba basada, principalmente, en
la agricultura.
Entre
los ideólogos de la independencia iberoamericana influidos por las ideas
ilustradas, se podría citar a Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Manuel
Belgrano.
Cabe
señalar, sin embargo, que los indígenas apenas intervinieron en el movimiento
independentista, ya que no entendían el sentido del mismo, y cuando lo
hicieron, como en el caso de Nueva España (México), lo hicieron en favor de la
metrópoli.
Realmente,
el movimiento revolucionario iberoamericano partió de las élites criollas, que
vivían en las grandes ciudades que, influidas tanto por la Ilustración como por
las obras del Padre Feijoo, adoptaron una postura reformista, contraria al
conservadurismo de las Instituciones regidas por las minorías españolas.
Algunos
de estos criollos, como es el caso de Belgrano, Miranda o Bolívar, viajaron a
Europa y asimilaron las corrientes ideológicas revolucionarias, que
contribuyeron a fomentar sus deseos de emancipación, y que difundirían más
tarde por Iberoamérica.
La
ideología de la revolución francesa llegó a Iberoamérica, principalmente, a
través de libros y periódicos. Además, la independencia de Estados Unidos y
también su organización política de carácter republicano federalista sirvieron
de modelo a los ideólogos y caudillos de la independencia.
Sin
embargo, como ya se ha dicho, la crisis
del régimen político en la metrópoli y, sobre todo, la invasión napoleónica de
la península, tuvieron una repercusión inmediata en Iberoamérica, donde, al
igual que en la metrópoli, se fundaron Juntas Locales que posteriormente serían
utilizadas por los criollos para hacerse con el poder, destituyendo a las
autoridades designadas por la metrópoli. Los dos grandes caudillos, artífices
de la independencia iberoamericana, San Martín y Bolívar, eran criollos.
Aunque
tanto San Martín como Bolívar empezaron su lucha como auténticos revolucionarios
y republicanos, ambos la terminaron acercándose a la monarquía. En palabras de
John Lynch: "San Martín y Bolívar
pueden describirse como herederos del absolutismo ilustrado, ambos creían que
la mejor forma de servir a la independencia era a través de gobiernos fuertes
que impusieran el cambio social contra los intereses de los terratenientes,…, criticar
a ambos por haber acabado sus vidas siendo absolutistas conservadores en vez de
demócratas liberales es sacar las cosas de quicio. Tuvieron dudas legítimas
sobre cuál era el nivel de libertad apropiado y hasta dónde los diferentes
grupos opuestos podían actuar sin poner en peligro la propia existencia de los
nuevos Estados. Respecto al ejercicio de un liderazgo desinteresado, sin
esperanzas de obtener privilegios, ambos libertadores fueron modélicos".
En este
sentido, Bolívar llegaría a decir: “No
convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser
demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los
nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y
democracia…”.
Ciertamente,
como ya se ha indicado, aunque las ideas revolucionarias, republicanas y
liberales, la Ilustración y la Enciclopedia, tendrían una influencia decisiva
en los comienzos de la emancipación de Iberoamérica, sin embargo, también hay
que decir que el sistema político que conocían los criollos, auténticos
iniciadores y artífices de la emancipación, era el monárquico absolutista, es
decir, el Antiguo Régimen. Por otro lado, la mayoría indígena no comulgó desde
el principio con las ideas revolucionarias y liberales que la minoría criolla
quería poner en marcha. En estas circunstancias, no parece que la democracia y
la soberanía popular fueran la mejor fórmula para que la minoría criolla
liderase la independencia, por lo que terminó viendo más conveniente para sus
propios intereses otros sistemas de gobierno más personalistas que, por cierto,
continúan vigentes en la actualidad en algún que otro país iberoamericano.
Bibliografía
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jp, Confederación Académica Nipona, Española y Latinoamericana, 1995.
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