INTRODUCCIÓN:
El
concepto de la duda en el pensamiento cartesiano es fundamental porque, aunque
a primera vista pueda resultarnos paradójico, conduce a Descartes a alcanzar la
verdad. Por ello en las páginas siguientes analizaré en detalle el método que
sigue este filósofo, basado precisamente
en llevar a cabo la acción de dudar hasta sus últimas consecuencias, abstrayéndose de las muchas verdades que ya
conocía para, partiendo de la duda absoluta y tomando el camino de la razón,
llegar a la meta de la verdad indudable, a la que llamaré la” verdadera” verdad.
Antes de comenzar esta exposición es relevante señalar que René Descartes (1596-1650), el mayor filósofo francés de todos los tiempos e iniciador del racionalismo, es considerado el padre de la filosofía moderna. Nació en el seno de una familia burguesa, estudió en el colegio jesuita de La Fleche y participó en la Guerra de los Treinta Años. Al final de su vida, la reina Cristina de Suecia le hará llamar a su Corte en la que morirá a causa de una fuerte pulmonía con tan solo 53 años.
Antes de comenzar esta exposición es relevante señalar que René Descartes (1596-1650), el mayor filósofo francés de todos los tiempos e iniciador del racionalismo, es considerado el padre de la filosofía moderna. Nació en el seno de una familia burguesa, estudió en el colegio jesuita de La Fleche y participó en la Guerra de los Treinta Años. Al final de su vida, la reina Cristina de Suecia le hará llamar a su Corte en la que morirá a causa de una fuerte pulmonía con tan solo 53 años.
Descartes es un pensador frío, eminentemente matemático y un incansable buscador de la verdad por medio de la razón. De entre sus obras se pueden destacar: las Reglas para la Dirección del Espíritu (1628-1629), el Discurso del Método (1637), las Meditaciones Metafísicas (1641), los Principios de la Filosofía (1644), las Pasiones del Alma (1649) en la que se fundamenta su moral, el Tratado sobre el mundo y el Hombre (1630-1633) y El mundo: Tratado de la luz (1667), publicados póstumamente.
En el Discurso del Método Descartes plantea
que, en efecto, podemos dudar de todo, pero no podemos dudar de que dudamos y, como dudar es pensar, no podemos dudar que
pensamos. Por lo tanto, el pensamiento es nuestra primera certidumbre, nuestra
primera certeza, que nos lleva a la certeza
de nuestra existencia, de nuestra propia realidad: "Pienso, luego existo". El hombre existe al menos como cosa
pensante, como res Cogitans. La existencia del pensamiento es un concepto
claro y distinto, una verdad evidente que sirve a Descartes como punto de
partida. A partir de la certeza de nuestra existencia, podemos sentir otras
existencias: res Infinita (Dios) y res Extensa (mundo).
En la
historia de la filosofía podemos encontrar como antecedentes del pensamiento de
Descartes, aunque con diferentes visiones, a San Agustín, Aristóteles y
Sócrates.
Más
cercano en el tiempo, recordemos la frase de San Agustín, en su obra Contra los académicos (386 d.C.), “Si me equivoco, existo”, y más aún, en
otra ocasión en esa misma obra, en relación con la existencia y la duda, decía
“Si dudo, vivo”, frase muy similar a
la de Descartes en la que ya se planteaba la duda como principio y base para el
conocimiento y la certidumbre de nuestra existencia y, por ende, de otras
existencias.
Más
lejano en el tiempo y en relación también con la existencia y el pensamiento, Aristóteles
llegó a decir en su obra Ética a Nicómaco
(348 a.C.) que “Percibir que sentimos
o pensamos, es percibir que existimos”, donde también hacía depender de
alguna manera nuestra existencia de nuestro pensamiento.
Más
lejano aún en el tiempo, recordemos la famosa frase de Sócrates “Sólo sé que no sé nada” (“Apología de Sócrates”, Platón, 399 a.C.),
que se planteó la búsqueda de la verdad desde el desconocimiento, desde la
ignorancia, partiendo de no dar nada como cierto que, de alguna manera, es lo
que hace Descartes varios siglos después, desaprender todo lo aprendido para
volver a aprender, pero ahora metódicamente, utilizando un método que le haría
llegar a la verdad mediante la razón.
EL
PUNTO DE PARTIDA: LA DUDA.
“Todo lo que hasta ahora he admitido como
absolutamente cierto lo he percibido de los sentidos o por los sentidos; he
descubierto, sin embargo, que éstos engañan de vez en cuando y es prudente no
confiar nunca en aquellos que nos han engañado aunque sólo haya sido por una
sola vez” (Meditaciones metafísicas,
1641).
Descartes
se da cuenta de que mucho de lo que había dado por verdadero, no lo era, y
decide crear un método para llegar al conocimiento de la verdad, pero para ello
debe desechar todo lo que hasta ese momento había dado por verdadero y cuestionarlo todo,
es decir, ponerlo en duda, hasta que, una vez filtrado adecuadamente por el
nuevo método, el método cartesiano, darlo por verdadero, sin lugar a dudas.
“La meditación que hice ayer me ha llenado el
espíritu de tantas dudas, que ya no me es posible olvidarlas. Y, sin embargo,
no veo de qué manera voy a resolverlas” (Meditaciones metafísicas, 1641). Este párrafo define perfectamente la
personalidad de Descartes y el arduo trabajo en el que se embarca. Descartes se
muestra decepcionado con algunas de las verdades que le habían transmitido al
descubrir que no todas son ciertas, y esto le lleva a limpiar su mente,
olvidándose momentáneamente de la razón, del racionalismo, y acercándose, al
menos al principio, a la primera premisa del escepticismo, la duda, y se
plantea un gran reto: “Si he de hallar
algo cierto y seguro en las ciencias, deberé abstenerme de darle crédito con
tanto cuidado como si fuera manifiestamente falso” (Meditaciones
metafísicas, 1641).
Este
ejercicio de negación que hace Descartes respecto de la ciencia, respecto de la
razón, no debió ser nada fácil para él, pero necesitaba un cambio radical en su
pensamiento y la duda fue esa palanca que necesitaba para dar un salto atrás en
su pensamiento, para volver a hacer el camino del conocimiento, pero esta vez
de una forma metódica. Creo que en la actualidad nos vendría muy bien llegar a
plantearnos este ejercicio que llevó a cabo Descartes para intentar llegar a la
realidad de las cosas, para conocer la “verdadera” verdad, la que se conoce
mediante el ejercicio de la razón.
Si lo pensamos, por poner un ejemplo, todos conocemos a personas, más o menos cercanas, que tienen una cierta ideología, porque la tienen inculcada desde su infancia, y son incapaces de asumir que están equivocados, ni siquiera en las cuestiones más nimias. ¿Por qué nos cuesta tanto asumir la verdad que no nos gusta?, ¿Por qué damos por cierto lo que nos dicen los sentidos?, ¿Por qué no queremos emplear la razón para comprobar lo que hemos aprendido por los sentidos, lo que nos han contado, lo que hemos visto…? Sabemos que muchas veces los sentidos nos han engañado, como a Descartes, pero no hacemos nada.
Si lo pensamos, por poner un ejemplo, todos conocemos a personas, más o menos cercanas, que tienen una cierta ideología, porque la tienen inculcada desde su infancia, y son incapaces de asumir que están equivocados, ni siquiera en las cuestiones más nimias. ¿Por qué nos cuesta tanto asumir la verdad que no nos gusta?, ¿Por qué damos por cierto lo que nos dicen los sentidos?, ¿Por qué no queremos emplear la razón para comprobar lo que hemos aprendido por los sentidos, lo que nos han contado, lo que hemos visto…? Sabemos que muchas veces los sentidos nos han engañado, como a Descartes, pero no hacemos nada.
Ya sé
que decía Calderón que “toda la vida es
sueño, y los sueños, sueños son”, pero, ¿no merecería la pena comprobarlo?
Pero
Descartes no era como la mayoría de nosotros, a él sí que le interesaba conocer
la “verdadera” verdad, y para ello decide despojarse de todo lo que había
aprendido, de todos los prejuicios que había en su mente, y se plantea un
método para llegar a la verdad, el método cartesiano, un método que parte de la
duda metódica, porque Descartes decide usar la duda para, a partir de ella,
llegar al conocimiento. Y para ello crea el método cartesiano.
LA
SOLUCIÓN: EL MÉTODO.
En el Discurso del método para bien dirigir la
razón y buscar la verdad en las ciencias, que así se llamó la obra, Descartes
explica el método cartesiano (2ª parte del Discurso
del método, 1637), que consta de cuatro reglas, que intentaré describir y
comentar brevemente a continuación:
1ª REGLA: LA EVIDENCIA. La
primera regla del método es la evidencia. Esta regla consiste en no admitir
como verdadero nada que no fuese evidente, es decir, claro y distinto, evitando
cuidadosamente la precipitación y la prevención. Por lo tanto, este punto de
partida supone, de inicio, una desconfianza en las ciencias y en la propia
razón.
Nada
más comenzar, Descartes llega a la primera evidencia que es la base a partir de
la cual elabora todo su pensamiento filosófico, la duda. Se da cuenta de que
dudar es una parte del pensar, del pensamiento, como la imaginación y como el
sueño, y, si está dudando, es una evidencia, no puede dudar que está dudando.
Por lo tanto, esta duda le lleva a dar por cierta su existencia: “Pienso, luego existo”. Desde luego esta
primera premisa es la más importante y desde la que parte todo su pensamiento,
porque nuestra existencia nos habilita para conocer otras existencias que están
a nuestro alrededor (res Extensa) e incluso para conocer la existencia de Dios
(res Infinita).
2ª REGLA: EL ANÁLISIS. La segunda regla del método es el análisis. Consistía en dividir las dificultades encontradas en partes más pequeñas para resolver más fácilmente lo que se está estudiando, hasta encontrar la solución. Este era un trabajo arduo, aunque Descartes pronto se dio cuenta de que en estas divisiones encontraría coincidencias, que podría utilizar como punto de partida en diferentes análisis.
3ª REGLA: LA SÍNTESIS. La tercera regla del método es la síntesis, que consiste en reorganizar todo lo estudiado, desde lo más simple a lo más complejo, y las conclusiones a las que se ha llegado en cada caso.
4ª REGLA: LA COMPROBACIÓN. La
cuarta regla del método es la comprobación, que consiste en revisar todo el
proceso para comprobar que todos los pasos se han hecho correctamente, que no
nos ha quedado nada por hacer y que, por lo tanto, las conclusiones a las que
se ha llegado son correctas.
Para
poder realizar este arduo trabajo, Descartes decide aislarse del mundo, de sus
amigos y conocidos, con el fin de no dejarse influenciar por las opiniones de
otros: “la experiencia que tengo de las objeciones que puedan hacerme me quita
la esperanza de obtener de ellas algún provecho” (Discurso del método, 1637).
Ciertamente, podríamos decir que los conocidos de Descartes no eran tan
diferentes a los nuestros, porque, ¿a quién le interesa la verdad?
Realmente
es impresionante esta decisión de Descartes, que podríamos decir, dedicó su
vida a encontrar la verdad utilizando la razón. Un idealista en toda regla.
Ciertamente
recomendable la lectura de “Las meditaciones metafísicas” y de “El discurso del
Método”.
CONCLUSIÓN:
Quiero
comenzar esta conclusión con una frase de Descartes que creo que define muy
bien su forma de ser y lo que esperaba de su trabajo: “Pero lo que más contento me daba en este método era que, con él tenía
la seguridad de emplear mi razón en todo” (Discurso del método, 1637).
Llama
la atención esa alegría que dice tener Descartes por haber encontrado un método
por el que puede encontrar la verdad por medio de la razón, que imagino podría
compararse con la alegría que sentimos cuando resolvemos un problema de
matemáticas en el que llevamos horas trabajando.
Pero,
¿por qué era tan importante para Descartes encontrar la “verdadera” verdad, la
que proviene de la razón?, ¿por qué no se conformaba con la verdad que sus
profesores del colegio de La Fleche le habían enseñado? Desde luego, una de las
respuestas está en la tendencia que empezaba a impulsar el Renacimiento, en la
que empezaba a tomarse como referencia al sujeto. El centro del que partía la
visión del mundo, la explicación de lo que ocurría a nuestro alrededor, ya no
era la naturaleza, como había sido en la antigüedad, ni Dios, como en la Edad
Media, sino que era el sujeto, el ser humano.
Sin embargo, a mi modo de ver, hay otra cuestión que no me es ajena, que es ese interés que pone Descartes en un asunto tan complejo y difícil de llevar a cabo como es la búsqueda de la verdad, de una verdad razonada filtrada por un método que él mismo ideó, un método matemático cuyo resultado no dejaba lugar a dudas. Descartes trató incansablemente de buscar la verdad indudable, la “verdadera” verdad que ya he mencionado, la que resulta de la razón. Como él mismo diría en otra ocasión: “Despiertos o dormidos, no debemos dejarnos persuadir nunca sino por la evidencia de la razón” (Discurso del método, 1637).
Por lo
tanto, la duda que plantea Descartes no diría que se parece a la duda
escéptica, planteada por los escépticos como una duda de negación a conocer la
realidad, sino que se trata de una duda metódica, que Descartes toma conscientemente
como punto de partida de su pensamiento para llegar a conocer la realidad de
nuestro propio ser y, a partir de la certeza de nuestra existencia, llegar a
conocer otras realidades, otras existencias, como Dios y el mundo.
Como
hemos visto, la duda es una fuente de conocimiento, como lo puede ser la
curiosidad, pero la duda que nos plantea Descartes va más allá, porque no
confía en los sentidos ni en la razón, y esta desconfianza nos lleva a no dar
nada por seguro ni cierto sin más, y por lo tanto, a comprobar, revisar,
estudiar, investigar,…, y, como resultado final de este arduo trabajo, llegar
al conocimiento verdadero, a la “verdadera” verdad, a esa verdad que llega por
el camino de la razón.
Por lo
tanto, desconfiemos de los sentidos, desconfiemos de las apariencias, ¡¡¡dudemos!!!
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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